Al respecto por Alejandro Aguirre Guerrero
Y es que ya no hay alguien que le ayude a administrar sus rencores; dejó de existir la figura que aparte de apoyarle en lo profesional, pudiera atemperarle un poco los corajes y le evitara, de alguna manera, exhibirse en sus conferencias como un hombre fuera de sí, rebasado por la furia y los revanchismos.
Las salidas de Urzúa, Romo y Nieto dolieron mucho al Presidente, pues más allá de “darle por su lado o dorarle la píldora”, auténticamente le ayudaban a resolver conflictos propios de su área; fueron perfiles que, en honor a la verdad (y de acuerdo a fuentes en Palacio Nacional), preocuparon al tabasqueño cuando decidieron apartarse del proyecto.
La llegada de su paisano, Adán Augusto López, a la Secretaría de Gobernación, le ayudó a recuperar parte de ese apoyo de gestión y cabildeo que se le había escapado con dichas renuncias. Le regresó el alma al cuerpo, sin duda, pues el poco talento que tenía reconocido hasta por sus adversarios en el gabinete, se le estaba escurriendo de las manos.
Pero las excesivas responsabilidades que hoy descansan en Adán López le han impedido ocuparse de los flaquezas de su paisano. AMLO vive la peor etapa de su mandato, ahogado de ira e ideando formas de desquitarse, dejando de lado lo que debería ser su prioridad: gobernar, a su estilo y forma (cuestionable o no), pero gobernar.
AMLO perdió a su amigo en el gabinete, al único que de manera pública ha llamado “hermano”. AMLO dejó de tener “cerquita” a Julio Scherer. Si bien es cierto Adán López (y por ahí el Secretario de la Defensa), suelen hacerle ver cuando exagera en algo, era el hijo del fundador de Proceso quien le decía cuando lo dominaban sus rencores.
Scherer sigue siendo su amigo, pero ya no lo tiene a la mano ni con la cercanía física suficiente. Aquellas personas que se lo alejaron, en el afán de acaparar la amistad del Presidente, no midieron (o quizá sí), el daño que le hacían al tabasqueño, porque en algún momento surgiría una gran crisis, y así fue, cortesía de la casa gris y su primogénito.
Scherer ha tenido (siempre) una gran relación con los hijos del Presidente, e históricamente le brindó ayuda en los temas que de ellos surgieron; por eso Julio es “su hermano”, el amigo que ya no tiene cerca y que tanto necesita para combatir a su peor enemigo: su gran capacidad de odiar, y claro, de hacerlo evidente.
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