Al respecto por Alejandro Aguirre Guerrero
Fueron tres las llamadas que AMLO efectuó una noche de la semana pasada. La primera de ellas la hizo molesto por la forma en que la oposición en el Senado cerró filas para que su propuesta original (bueno, la de Alito Moreno), sobre la permanencia del Ejército en las calles, no pasaura en su escrito original.
Y es que cuando Ricardo Monreal le hizo saber al presidente (de viva voz) que no era necesario apresurar la aprobación de la reforma, Adán Augusto López se levantó de su asiento para decir que “todo era posible”. El de Zacatecas comentó al tabasqueño que lo mejor era construir algo al lado de los opositores, y de esa forma, con un poco más de tiempo, evitar cualquier desaguisado.
Pudo más la insistencia del secretario de gobernación que el llamado a la razón efectuado por Monreal. Y es que la “operación salvamento” (nombrada así por el propio Adán Augusto López), fracasó desde el momento en que se atrevieron a hablar hasta con aquellos senadores que nunca (bajo circunstancia alguna), habrían cambiado de parecer.
El error radicó en creer que hasta los senadores más contrarios a la propuesta aceptarían negociar. No fue así. De no existir aquel intento de “operación” en un hotel ubicado frente al senado, habría sido menos probable el fracaso de la reforma, y su consecuente regreso a comisiones.
La segunda y tercera llamadas de AMLO fueron para Adán Augusto López y César Yáñez, ambas con la autorización presidencial para que Alejandro Armenta, en consecuencia, anunciara la petición que bajaba el dictamen sobre la reforma, y detener lo que podría convertirse en un ridículo legislativo.
La idea de efectuar una consulta popular para hacer “más llevadero el trago amargo” fue de AMLO, y el encargado de rebautizarla como “ejercicio participativo” corrió a cargo del exgobernador de Tabasco.
Aunado a ello, hay otro tema que ocupaba hasta anoche la mente de López Obrador: Alejandro Encinas. El de Tabasco se debate entre respaldar a su “amigo de mil batallas” o no meterse en “camisa de once varas” con los militares. Muchos creen que la decisión es sencilla, que está a la vista… no es así. AMLO de verdad estima a su subsecretario, pero lo sabe bien: no hay mucho margen de movimiento.
La duda al interior de Palacio Nacional: ¿cómo hará AMLO para mantener a Encinas a su lado sin que la Sedena se incomode, o viceversa?, ¿es eso posible?, ¿será relevante en los próximos días o lo dejarán pasar? Veremos.
Ahí está el “Encinas-gate”.
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