Atando cabitos por Miguel Caballero
En Sinfín (Penguin Random House; 2020), novela escrita previo a la pandemia que viene azotando al mundo desde hace casi dos años y que el mismo autor bautizó como «una ficción sin novela», el argentino Martín Caparrós relata la historia de 天 (palabra china que se pronuncia como tsian y que significa paraíso): un ente —una máquina, un objeto, un algo— a través del cual el ser humano alcanza la inmortalidad.
En esta novela —que también es una crónica, un ensayo preciso y escalofriante sobre el futuro, pues se sitúa en el 2070—, Caparrós presenta a Senhora, una empresaria que, entre todas las implicaciones que dota a la trama, está la de la salvación del fútbol:
“Senhora tuvo una vida llena de obligaciones, abnegación,... y también tuvo un hobby… que ejerció con la constancia y tozudez con que hacía todo: se propuso salvar el fútbol personal, tan amenazado por los equipos de síntesis. Era difícil: ¿quién querría ver un partido de carne y huesos entre 22 muchachas y muchachos henchidos de limitaciones, sus torpezas, sus aires y sofocos, cuando cualquier truVí ofrece esos encuentros excepcionales, siempre perfectos, siempre imprevisibles, jugados por esos futbolistas que combinan a los mejores de la historia? ¿Quién preferiría mirar desde una tribuna lo que puede ver como si fuera el árbitro, un arquero, el nueve, la pelota?”, menciona Caparrós.
El pasado 31 de agosto concluyó uno de los mercados de transferencias que quedarán para la historia del fútbol mundial: además de las contrataciones de las próximas estrellas por clubes élite, o los fichajes de los dos futbolistas más dominantes de las últimas décadas, Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, por cantidades insólitas (cero y quince millones de euros, respectivamente) a sus nuevos equipos, se dio el no pase de Kylian Mbappé del Paris Saint-Germain al Real Madrid.
A pesar que parecía un final más que cantado gracias a la voluntad del club español por ficharlo y de Mbappé por ser fichado, de la oferta (223 millones de euros, según filtraciones) por un jugador que en cuatro meses queda libre y su precio será de cero euros (cosa no tan cierta), del “no” reiterado del francés a estratosféricas propuestas de renovación de la directiva parisina, a pesar de todo eso, el fichaje terminó en nada, en una simulación de cárcel para el jugador. Incluso, minutos después de confirmarse su obligada estadía en París, a través de Instagram, el propio Mbappé compartió una publicación —que borró segundos después, pero que algunos alcanzamos a atestiguar— donde un amigo le felicita por su profesionalidad (no rebelarse a su equipo actual) y “reprogramar” su sueño de jugar en el Madrid. ¿Qué ha pasado tras esta operación frustrada? ¿Qué futuro no estamos viendo? Nunca lo sabremos. Tal vez sí.
Por cierto —finaliza Caparrós—: Senhora hizo lo que pudo: defendió la verdad, la pureza de aquel deporte primitivo; se le rieron diciéndole que si quería ver un espectáculo debía seguir las reglas del espectáculo: cuanto mejor, mejor. Y, más allá de sus esfuerzos, el resultado fue muy claro: el fútbol personal se fue deshilachando hasta quedar casi olvidado.
Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.
@donkbitos16