No hay algo más

No hay algo más
Alejandro Páez Varela
Alejandro Páez Varela

La columna de Alejandro Páez Varela

Los partidos grandes van a las elecciones con muchas cartas. En algunas están representadas las acciones de cuando son Gobierno y sus compromisos con el destino de una comunidad; y en otras están los rostros de los individuos que solicitarán el favor de los votantes y que, al final, serán los que cumplan. Casi siempre es una combinación de ambas cartas: individuos y acciones. Pero el ingrediente que las une, el alma, es la ideología; lo que los compromete con ideas o promesas de progreso.

Los partidos rémora, en cambio, pocas veces se ven forzados a cumplir. Como el Verde Ecologista. Siempre son lo suficientemente chicos como para no garantizar un cambio pero lo suficientemente grandes como para sobrevivir. El PVEM no es verde ni ecologista, ¿y qué? En cada elección se mimetiza con su nodriza y es la nodriza la que queda bien o (casi siempre) mal. Como el PRI de Enrique Peña Nieto, al que apoyaron: que se hunda no es problema “verde”: para cuando venga un reclamo ya cambió a otro partido grande –en 2021 a Morena, por ejemplo–, y el fraude puede seguirse al infinito. Por eso cuando hizo una promesa demasiado fuerte como para ser ignorada hubo reclamos; prometió “pena de muerte a los secuestradores” y ganó votos. No logró nada pero sí le llegó el reclamo. La regla de las rémoras es tener un perfil bajo; es la manera de perpetuarse, mutando, sin ideología propia y sin promesas demasiado llamativas. Es sólo pegarse al que va a arriba, y listo.

El problema de la coalición Va por México es que son tres rémoras tratando de servirse unas de los otras. Tres sanguijuelas chupándose sangre a sí mismas. El Partido Acción Nacional (PAN), el Revolucionario Institucional (PRI) y el de la Revolución Democrática (PRD) no son distintos del Verde. No tienen cartas: ni ideología, ni compromisos, ni individuos que pongan rostro a compromisos e ideologías. Son simplemente rémoras unidas no por el deseo de servir, sino todo lo contrario: su única oferta, la única carta-compromiso que le extienden a la ciudadanía, es que detendrán lo que está en marcha desde 2018. Sólo eso.

Despojados de ideología y unidos por el pragmatismo de las rémoras, no pueden ofrecer más. ¿Dar poder al pueblo? No: quienes los unieron en coalición fueron los patrones. ¿Democracia, derechos civiles? No: ni al PRI ni al PAN les interesa la democracia o los derechos civiles, y lo demostraron desde el siglo XX y en todo lo que va de este siglo. ¿Acabar con la desigualdad y la miseria? No: sus jefes, es decir, los patrones, son los beneficiarios de la primera y los causantes de la segunda. Entonces son como quienes se organizan para robarse los sartenes de la cocina aunque dejen (¿qué importa?) al cocinero sin herramientas y en el proceso se derrame lo que queda de la sopa.

Esta coalición, sin embargo, es inédita. Son muchas manos, mucha fuerza, muchos recursos para ir por una sola presa. Qué importan las cartas; qué importa echar mano de quien sea. El objetivo es un anti objetivo: detener lo que se ha puesto en marcha. Pero su aparente fuerza estructural (es decir: unir a todos contra uno: el Presidente Andrés Manuel López Obrador) puede significar su condena.

Las elecciones de 2021, como ya he escrito antes, son la gran prueba del lopezobradorismo. Pero también es la más grande prueba de una élite que tuvo todo el poder y que se ha visto obligada a irlo soltando desde 2018. Nunca antes dos grandes proyectos se habían enfrentado de esta manera. Nunca antes el futuro se había depositado en una sola fecha. Y un buen signo de que hay dos grandes bandos definidos es que Movimiento Ciudadano se quedó sin escoger y quedará reducido, según casi todas encuestas, en menos que un partido rémora.

La derrota del lopezobradorismo significará ralentizar los cambios que se tenían pensados para seis años. No se detiene el cambio ofrecido, pero sí será más complicado. En cambio, la derrota de las tres rémoras en 2021 podría ser la peor de una coalición política en toda la historia. Y ya no tendrán forma de echar mano de algo más. No hay “algo más”. Son todas las fichas que se pueden juntar. Por eso una derrota puede significar su condena. La condena de una fuerza que no era fuerza: eran tres tristes rémoras sin ideología ni destino común, unidas no por el alma, sino por el más vulgar de los deseos: el deseo de poder y dinero.

@paezvarela