La columna de Alejandro Páez Varela
Todas las rupturas tienen algo de cálculo racional y algo de emociones. Nos separamos de alguien en quien hemos creído porque (a) nos irá mejor lejos y porque (b) sentimos que el vínculo se ha desgastado. Cuando el cálculo racional es muy poderoso en la decisión, ya construimos un futuro sin ese alguien. Cuando el factor emocional es mayor, entonces no hay planeación: simplemente se decide por hartazgo, por cansancio, incluso por odio o desamor. En todas las rupturas pueden influir más el cálculo o más la emoción, y de eso depende qué tan ruidosa es la separación.
Un día se dice: “Me voy, adiós”. Y se ha calculado que el futuro se ve mejor sin el otro.
O un día se dice: “¡Me voy, adiós!”, con signos de admiración, con emociones revueltas, y hay llanto y dolor porque nadie previó un futuro sin el otro.
Me llamó mucho la atención, la semana pasada, cuando Ricardo Monreal nos decía en el programa Los Periodistas que lo que él padece, o supuestamente padece dentro de Morena, es parecido a las purgas que realizó Joseph Stalin, dictador de la Unión Soviética, cuando hasta dos millones de personas fueron enviadas a gulags o asesinadas. Es muy fuerte la declaración que nos hizo, en ese programa, a Álvaro Delgado y a un servidor. Pero también habla del estado de ánimo del político zacatecano. Nunca lo he escuchado hablar así del PAN o del PRI o de Movimiento Ciudadano (ya el PRD casi ni existe), pero su apreciación sobre lo que llama “la nomenclatura”, es decir, la cúpula partidista de Morena, es comparable, en sus criterios, con la élite que provocó en la URSS un periodo de terror, asesinatos y represión.
Así como suena Monreal, es como cuando construyes una versión terrible de la otra persona a la que estás abandonando. No hay tonos intermedios en el abandono. Se tiende a dramatizar. Pero Monreal es un político profesional, cuidado. Creo que hay que esperar siempre un cálculo racional de él, no emocional. Cuando compara Morena con una época oscura evidentemente lo ha calculado. Y construye narrativas porque busca efectos puntuales.
El primer efecto que busca Monreal con su narrativa, creo, es cubrirse en caso de una ruptura definitiva con Morena. Prepara una salida “heroica” del movimiento; la renuncia de un demócrata que está parado en el lado correcto de la Historia y que ha decidido separarse de un partido radical, comparable con el estalinismo. En otras palabras: “he luchado por la verdad, y me han pulverizado, aplastado, ignorado, reprimido y no me dejan más opción que irme”. No por nada la referencia es el estalinismo: yo estaba muy a gusto en mi casa y llegaron las bestias a sacarme a palos y me han encerrado en un gulag. Y en el “tuve que huir” hay siempre heroísmo y, lo más importante, se genera solidaridad. A nadie que haya escapado de su tierra por las razones más justas se le cierran las puertas. Esta narrativa es para el caso de una ruptura definitiva.
El segundo efecto es en caso de que las condiciones le permitan quedarse dentro de Morena. Por si no rompió la liga. Intenta abrirse espacios al estilo Ricardo Monreal. Porque no sería extraordinario en él. En 2017-2018 quería la candidatura a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México y lo mismo: denunció a una “nomenclatura”, se dijo perseguido dentro de su partido y se presentó como un hombre “triste” por lo que le estaban haciendo. Parecía emocional en la partida que nunca fue. No obtuvo esa candidatura, pero obtuvo un espacio muy, muy distinguido: nada menos que ser el líder de la fracción mayoritaria y por lo tanto, la presidencia del Senado. Y bueno, lo que es sabido: muchos de sus más cercanos están bien colocados dentro de la 4T. El drama emocional era aparente: Monreal había calculado.
Todas las rupturas tienen algo de cálculo racional y algo de emociones, es cierto. Pero en el caso de Monreal, que nadie dude: es un político profesional y apenas habrán emociones. Habrá cálculo racional. Eso me dice su propia biografía.
***
Pensemos que Ricardo Monreal tiene la razón. Que su lucha no es por poder, concesiones y candidaturas sino por democratizar Morena. Que es víctima de una campaña negra pagada con dinero público, como dice, porque hay una élite que se quiere afianzar al poder como Stalin, quien fue secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1922 y presidente del Consejo de Ministros hasta 1953.
Digamos que existe esa “nomenclatura” que se apoderó de los puestos de dirección para conducir el movimiento de izquierda hacia una dictadura sorprendente (porque lo sería, en pleno siglo XXI). Digamos que lleva al menos desde 2017 luchando heroicamente desde adentro contra esa élite arrogante y autoritaria.
Aún si Monreal tuviera la razón, no me preguntaría por qué no se va de Morena. Esas son obviedades porque, evidentemente, le ha ido bastante bien en lo personal incluso con esa “nomenclatura”. Hace seis años era un Alcalde como muchos en este país y ahora es el líder indiscutible del Poder Legislativo desde el Senado de la República (por encina del pálido liderazgo de Santiago Creel en la Cámara de Diputados). Su hermano es Gobernador de Zacatecas, su tierra natal, y una parte de su familia es beneficiaria de las delicias de la 4T.
Tampoco me preguntaría, si Monreal fuera el héroe que él mismo plantea, por qué estira tanto la liga en su relación con esa susodicha “nomenclatura”. Evidentemente su método de negociación, que consiste en generar tensión, amenazar con irse y al mismo tiempo tratar con pétalos, arrumacos y cariñitos a la oposición, le ha funcionado. El zacatecano dibuja a los dirigentes de su propio partido como viciosos y corruptos, aunque al mismo tiempo vive de allí y no vive mal. Es evidente que esa fuerza política que denuncia como podrida le sabe a miel.
Aún si Monreal tuviera la razón, no me preguntaría por qué cita tanto a Andrés Manuel López Obrador como “la única razón” por la que sigue en Morena. Tiene más de año y medio que no se reúne con él y evidentemente no se tienen la misma confianza de antes. Pero lo cita, mucho.
Supongo que le sirve eso: citar el nombre del Presidente (los gringos usan un término lindo para ese tipo de personas: name-dropper). Supongo que lo cita porque piensa que el líder del movimiento, López Obrador, no es el líder después de todo porque los titiriteros estalinistas manipulan al Presidente y manipulan a Morena. Supongo que considera al Presidente todavía rescatable, a decir: que cuando habla de una élite arrogante y autoritaria no lo incluye a él, y que esa élite arrogante y autoritaria está por encima de él o se impuso sobre él.
Supongo que cuando Ricardo Monreal habla de una élite estalinista en control del movimiento lópezobradorista no incluye, en esa élite, a López Obrador. Supongo que cuando dice que el Presidente es la única razón por la que sigue en Morena lo piensa como un inocente y desvalido viejito que está secuestrado por la “nomenclatura”. Supongo que Monreal no busca más poder y por eso sigue en Morena: lo que lo retiene es su vocación heroica: es salvar a López Obrador del lópezobradorismo.
Cualquiera podría concluir, entonces: en un “pobre Ricardo Monreal”.
En apariencia es el único político mexicano que no se da cuenta que si hay una “nomenclatura” en el lópezobradorismo la encabeza López Obrador. Que cada vez que acusa a una élite arrogante y autoritaria, estalinista e inconsciente, en realidad se dirige a López Obrador. Pobre Monreal, tan inocente: acumula y acumula poder y privilegios para él y su familia mientras se le ve tan perdido, tan desorientado. Ajá.
***
Creo, ya fuera de sarcasmos, que la táctica de Monreal tiene algo de mezquindad. No hay un lópezobradorismo estalinista sin un López Obrador Stalin. Si cree que el Presidente es un dictador soviético debería decirlo porque acusar al movimiento y hacer como que se separara a su fundador de los calificativos no es honesto. En este momento, y desde su fundación, AMLO es el lópezobradorismo. Sobre todo si eres uno de los más beneficiados de ese movimiento al que acusas, y lo acusas porque quieres escurrirle más poder del que ya te dio.
Alguien me contó, hace poco tiempo, que las alianzas y el intercambio de favores de Monreal en estos años que lleva en el Senado no los hizo para el movimiento sino por un afán personal de acrecentar su poder. Y un análisis simple puede confirmarlo: las excelentes relaciones del Senador zacatecano con los líderes de oposición no se reflejan en la vida parlamentaria porque allí, adentro, salvo los recientes acuerdos con el PRI, Morena está bloqueado y el Presidente es maltrato y ofendido un día sí y el otro también.
Pero que no sólo es allí, me contaron. También en el Poder Judicial y los gobiernos a todos los niveles. Nombramientos que pasan por el Senado y que Monreal se los echa a la bolsa, como favores de él, eso me dijeron. Y es obvio que el Senador ha construido lo suyo, lo de él. La mayoría de la prensa –otro ejemplo– golpea de lunes a lunes al Presidente López Obrador pero él entra como Juan por su casa a cualquier espacio y sus expresiones públicas para Alejandro Moreno Cárdenas o para Dante Delgado son siempre halagos, mientras que para el movimiento de izquierda sólo tiene reclamos, cocodrilos y serpientes.
A Monreal le urge demostrar que los ataques que recibe en redes vienen de bots de Claudia Sheinbaum. Dice que los que lo atacan a su vez apoyan a Sheinbaum, aunque eso no comprueba nada o, todo lo contrario, tiene una cierta lógica. Quizás se pueda ahorrar el “análisis forense” de las redes si actúa con cierta honestidad y revisa su relación con ciertos sectores del lópezobradorismo.
Quizás Monreal debe evaluar que hay aludidos cuando refiere al movimiento de la manera que lo refiere, al tiempo que trata con arrumacos al McPRIANRD. Él sabe que todas las rupturas tienen algo de cálculo racional y algo de emociones, pero también debería saber que quien se la vive quejándose de una relación a pesar de todo lo que recibe, termina generando hartazgo, cansancio, incluso odio y definitivamente mucho, pero mucho desamor.