Entre la autoritas y la potestas
José Ojeda Bustamante
Como cada semana, haciendo un análisis desde las antípodas. Ya pudimos ver el primer desenlace del caballo de troya de Morena, la alianza opositora ameboide y su vigencia en el tiempo.
Asimismo, del análisis general de los desafíos que encararán los legisladores federales en el próximo Congreso, dada la nueva correlación de fuerzas y su agenda, para este segundo trienio de gobierno por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador; toca ahora abordar a otro factor de poder que también se reconfiguró a nivel país de manera interesante.
Nos referimos a las 15 gubernaturas que estuvieron en disputa y de las cuales MORENA se alzó como triunfador en 11 de ellas.
Es preciso realizar de manera previa un encuadre necesario. En México, la reducción del poder central en la política nacional, produjo tendencias democratizantes en muchos estados a raíz del debilitamiento del PRI como partido hegemónico.
Esta tendencia de alternancia partidaria a nivel subnacional, tuvo sin embargo, también un doble efecto, ya que si bien produjo un avance democrático y una alternancia a nivel presidencial en el año 2000, con la llegada de un partido distinto al PRI, después de 70 años, también liberó a nivel local a caciques que hicieron uso de manera discrecional de las redes clientelistas, de los recursos económicos estatales y de maquinarias políticas para consolidar proyectos autoritarios de carácter regional, pero con miras a fortalecer o apuntalar proyectos nacionales personales o ajenos.
Dicho en lógica electoral, mientras más grande sea para un gobernador en su listado nominal, mayor el control de sus congresos locales, municipios y diputados federales. Asimismo, es probable que mayor sea la capacidad de éste de influir en escenarios nacionales, marcar agenda o formar alianzas interregionales en torno a intereses comunes. Desde Puebla pudimos mirar este escenario en su máxima expresión, ejercicio de algunos actores.
Un ejemplo de estas alianzas, sus alcances y limitaciones se dio en fechas recientes con la conformación de un bloque denominado Alianza Federalista, integrada por los gobernadores panistas de Guanajuato, Aguascalientes, Chihuahua, Durango y Tamaulipas; por los priístas de Colima y Coahuila; por el perredista de Michoacán, por él de Movimiento Ciudadano en Jalisco y por el independiente de Nuevo León; la cual buscaba en la coyuntura de la pandemia del Covid-19, presentarse y justificar mediáticamente, al solicitar más recursos al gobierno de AMLO y que incluso, en septiembre del 2020, abandonaron la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) como señal de protesta.
Visto desde esta perspectiva tenemos así que si antes de la elección del pasado 6 de junio, el PRI a nivel de gubernaturas gobernaba 12 entidades seguido del PAN, con 10 y Morena con 7: mientras que el PRD, MC y 1 entidad gobernada por un independiente; con las elecciones de este año el escenario se ha reconfigurado totalmente para los partidos otrora más relevantes; ya que el PRI ha perdido ocho gubernaturas, el PAN 2 y el PRD la única que tenía.
Se aprecia así que el mapa político tendrá una nueva fisonomía, en tanto ahora Morena gobernará 18 estados, si consideramos como propia la victoria de su aliado el PVEM en San Luis Potosí. Mientras que el PAN gobernará en 8, el PRI en 4 y MC en 2 estados, por cierto, bastante relevantes a nivel nacional.
Traducido esto en lógica no de gobiernos estatales, sino de listado nominal, nos encontramos de igual manera que si actualmente el PRI gobierna a más de 44 millones de mexicanos, Morena gobierna poco más de 35 millones y el PAN a cerca de 25 millones de personas; al asumir las gubernaturas, los nuevos mandatarios estatales electos el 6 de junio, Morena pasará a gobernar a más de 56 millones de habitantes, que representan 44.83% de la población; el PRI, a 27 millones habitantes que son el 21.71% de la población y el PAN a poco más de 23 millones que representan al 18.44% de los mexicanos.
Finalmente, el resto de ciudadanos de nuestro país será gobernado por el PES en Morelos, MC en Nuevo León y Jalisco que suman poco más de 14 millones es decir 11.22% de la población de nuestro país, mientras que el PVEM que será gobierno en San Luis Potosí, gobernará una población cercana a dos millones
Nuevamente y para bien de la democracia, es posible observar un México plural y no monolítico, sino con diferentes gobiernos y agendas, las cuales, esperemos encuentren cauces institucionales relevantes. Habrá que ver si uno de ellos es la CONAGO o quizás lo que quede de la Alianza Federalista, ya mencionada anteriormente. Esperemos su reconfiguración política e institucional, de aquí pueden surgir voces y liderazgos que apuntalen un proyecto de nación –que tanta falta nos hace-, no de polarización y sí que hagan efectiva la transformación en lo subnacional, esperamos a que varios gobernadores electos y actuales irrumpan proactivamente marcando agenda desde lo local.
Al final y puesto en perspectiva no electoral sino de gobernanza, cabría recuperar dos conceptos clásicos en el ejercicio del poder, pero que a menudo son olvidados por nuestros gobernadores, y que bien valdría la pena lo consideraran, los recién electos: me refiero a la autoritas, por un lado, y la potestas, por el otro.
La primera facultad, la autoritas; es en el gobernante señorío, jefatura, imperio, prestigio, estimación, es la capacidad de proponer un rumbo de manera firme y sugerente y poner manos a la obra en ello. Refiere al liderazgo, tan necesario hoy en día.
El segundo atributo, la potestas, hace mención al que manda y por eso tiene poder, pero cuando deja de mandar, de estar en el poder, una vez suspendido de sus funciones, desaparece su fuerza.
Con los gobernadores, por el bien del país y por el rumbo de progreso al cual se ha de aspirar en el desarrollo de México, esperemos, pero también exijamos, que los futuros gobernadores, cuenten tanto con poder, como con autoridad, ya que el que solamente tiene poder, puede mandar, pero no necesariamente ha de gobernar ni ser respetado.
@ojedapepe