¿Repliegue táctico a tres años de gobierno?
José Ojeda Bustamante
@ojedapepe
El pasado jueves 26 de agosto el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador anunció la salida de Olga Sánchez Cordero como secretaria de gobernación y su regreso al Senado de la República.
A la par de este movimiento, también dio el nombre de quien sería el nuevo secretario: un íntimo compañero de luchas, el gobernador en funciones de Tabasco, Adán Augusto López Santiago.
Personaje generacionalmente afín al presidente –menor 10 años-, cuya relación bien puede rastrear sus orígenes a 1988 con el apoyo brindado por PayambéLópez Falconi, Notario Público No.13 en Tabasco y padre del ahora flamante secretario de gobernación, al incipiente movimiento que en aquel entonces encabezaba un joven López Obrador como miembro del Frente Democrático; grupo disidente del PRI que posteriormente daría origen a lo que conocemos como PRD.
Hasta acá el breve recuento de Arqueología Política y familiar del Sur de México.
Esto para referir un movimiento que, visto desde la lógica de las Burocracias Federales, la relación federación-entidades federativas y la conformación de nuevos grupos nos impulsan a reconsiderar la vigencia de una sentencia enunciada a principios del siglo pasado, por un reconocido economista y sociólogo italiano de nombre Wilfrido Pareto, quien respecto al devenir de las sociedades dijo lo siguiente:
“La historia y la sociedad no son sino un cementerio de élites.”
Es decir, una lucha constante en la cual un grupo con el poder debe defenderse contra los grupos opositores que se lo quieren quitar. Esto de manera permanente en una especie de rueda continua. En definitiva, una noción cíclica de la historia.
Coloquialmente, también podríamos decir algo así, como que los carniceros de hoy probablemente serán las reses del mañana.
De ahí la importancia que tiene el nombramiento de Adán Augusto, en una posición de alta relevancia para el país como Secretario de Gobernación, pero también más allá del mismo nombramiento, con el mensaje enviado entre líneas, por el presidente a toda la clase política y aquellos interesados en los asuntos públicos de la democracia mexicana.
¿Cuál es este mensaje?
En primer lugar, que bien podría tratarse, de una especie de repliegue por parte del presidente de cara a la segunda mitad de su gobierno. Que los pagos pendientes, con distintas facciones han sido cubiertos y que posiblemente a partir de ahora, privilegiará la incondicionalidad para hacer realidad el proyecto de nación que ha concebido. No más experimentos al respecto.
En segundo lugar, con este nombramiento el presidente dejar entrever también, que privilegia una forma de gobernar más alejada de la técnica y más cercana al estilo político, es decir al de los acuerdos y negociaciones por encima de los datos y los informes meramente económicos.
Esto no es algo nuevo sino una versión renovada de una añeja pugna política, que data de por lo menos de hace más de 30 años y que refiere a las diferencias entre el modelo neoliberal y el estilo nacionalista y político de hacer gobierno.
Del primer ejemplo, cuyo estilo se conoce como tecnocracia y que privilegia el libre mercado, una preponderancia excesiva de datos, estudios econométricos y una simplificación excesivamente económica de la realidad, se tiene como máximo representante en México al expresidente Carlos Salinas de Gortari. Hoy villano favorito de la historia de la 4T.
Se trató de un perfil conformado por personas con conocimientos altamente especializados, con posgrados en el extranjero, principalmente en Estados Unidos y en Economía; de clase media o alta y sin experiencia partidista, además de un marcado distanciamiento del México Profundo y de sus bases sociales.
Este estilo contrasta con el perfil del político nacionalista, que hoy nos gobierna y del cual el presidente López Obrador es una muestra acabada.
No se trata de decir, que un perfil es mejor que otro. Ni por supuesto de polarizar. Ambos perfiles son necesarios. Incluso podríamos decir que complementarios, siempre y cuando se tenga en la mente un fin mayor, más allá que los intereses particulares de ciertos grupos o élites económicas. Es decir, el bienestar de la nación y de un Proyecto de Justicia Social, para todos aquellos que la conformamos.
Una camarilla con frecuencia, se forma cuando sus miembros todavía están estudiando, y tienen mucha confianza los unos en los otros. Una camarilla tiene un líder que funge como mentor político de los otros miembros del grupo. Utiliza su carrera para impulsar las carreras de los otros miembros del grupo, pero también refiere una forma de hacer política y gobernar.
Dejo en este punto, una pincelada sobre el estilo de gobernar que caracteriza al nuevo hombre de confianzas del presidente:
En Tabasco, la mayoría morenista en el Congreso concretó un albazo legislativo, pues la Constitución del estado señala que quien debía asumir como gobernador era el secretario de gobierno, José Antonio de la Vega Asmitia, personaje que ha saltado del panismo al perredismo y actualmente sería morenista.
Este funcionario fue ordenado a renunciar, presuntamente, bajo justificación de incorporarlo a la Secretaría de Gobernación, algo que se antoja difícil, si se considera que compitió para la gubernatura de Tabasco en 2006, abanderado por el Partido Acción Nacional y haciendo campaña para Felipe Calderón, enemigo de López Obrador.
Adán Augusto siguió así el ejemplo del presidente y puso a un incondicional en la gubernatura, el capitán de aviación Carlos Manuel Merino Campos, ex delegado de los programas federales de la Secretaría de Bienestar.
Al mismo tiempo, la mayoría legislativa aprobó una modificación al Artículo 49, para otorgar licencia por tiempo indefinido al Ejecutivo local después de dos años de Gobierno, abriendo la puerta así a su regreso de ser el caso.
La pregunta surge ahora ¿Es este el nuevo estilo de gobernar? ¿Qué añoranzas nos plantea ó nos deja?
En las antípodas trataremos de generar más insumos para responderlas. @ojedapepe