https://farotlax.com.mx por Fabián Robles Medrano
La posibilidad de que en la representación de Morena en Tlaxcala se presente un cisma de grandes proporciones, cada día cobra más fuerza. Quienes han fungido como delegadas –creo que ya suman tres y contando-, han desdeñado los problemas generados sobre todo a partir de la elección de Lorena Cuéllar Cisneros como su virtual candidata al gobierno del estado.
Sus contrincantes en esa lid interna –Dulce Silva y Ana Lilia Rivera- han dejado, al menos públicamente, de cuestionar el desaseado procedimiento que favoreció a la exalcaldesa capitalina por el PRI, aunque esa actitud silente no signifique que se hayan resignado a perder la posibilidad de ocupar la primera magistratura del estado. Algo planean, seguro.
Ayer, la irrupción en la escena pública de un grupo de aspirantes ninguneados –que anticipan la imposición, vía dedazo (sí, esa vieja y despreciada práctica del otrora partidazo del que, por cierto, han salido muchos hoy convertidos al morenismo- fue considerada en el ala lorenista como un acto para afectar a la propia Cuéllar, impulsado por la senadora Rivera Rivera.
Suponiendo sin conceder que sea “fuego amigo”, lo cierto es que la herida sigue abierta y en vez de cerrar todo indica que, si no hay una operación cicatriz efectiva, pero sobre todo respeto cabal a sus procesos internos y democracia plena, la herida continuará abierta y así puede provocar algo más que un simple dolor de cabeza el 6 de junio, día de las elecciones.
Y es que los 200 aspirantes inconformes de ahora no aducen nada diferente a lo que en su momento hicieron las otras dos mujeres que soñaron con la nominación morenista.
O como le sucedió a la diputada federal Claudia Pérez –ahora de vuelta al redil de la aldea azul- quien se fue al darse cuenta de que su trabajo en Morena no fue valorado, pese la buena aceptación que traía en las mediciones para aspirar a la alcaldía capitalina.
El reclamo de ayer y hoy es que no haya engaños ni simulaciones en la designación de candidatos a todos los cargos en disputa. Su clamor es sencillo: apegarse a la convocatoria. Nada más, pero eso no ha sucedido o hay alguien o algunos que no quieren que así sea.
Quienes se dicen fundadores de Morena en Tlaxcala consideran justa su exigencia para que haya democracia interna. No quieren que su partido repita la repudiada práctica del dedazo que muchos de ellos vivieron y padecieron a su paso principalmente por las filas del tricolor.
Su arenga está fundada en la sospecha –por no aventurarme a decir que es casi un hecho- de que, por ejemplo, los candidatos a diputados federales serían Alejandro Aguilar López, Carlos Augusto Pérez Hernández y Eréndira Cova Brindis.
El primero, con pasado panista y quien ahora sería impulsado vía Partido del Trabajo; el segundo con militancia probada –a la que renunció hace no mucho- en el PRI, lo mismo que la mujer calpulalpense. Es decir, ninguno con trabajo ni identidad en las filas morenistas.
Eso les duele, sobre todo a aquellos que –como lo dijo este martes una mujer durante la manifestación realizada en la Plaza Juárez de la capital tlaxcalteca- “hace años, muchos nos entregamos con devoción a la organización y formación de Morena sin dinero público, sin patrocinadores y sin centaveros. Trabajamos como misioneros: llenos de fe, afiliamos (a militantes casa por casa) por eso estamos en contra de la imposición”.
De ese es el tamaño de su indignación ante el inminente albazo, pero también es muestra de su enorme fe y devoción, sí a Morena, pero más a la figura emblemática de su partido, a su líder moral por los siglos de los siglos: San Andrés Manuel López Obrador.
En el otro frente la situación no es distinta: también hay muchas heridas por cerrar y quién sabe si el tiempo le alcance a Anabell Ávalos Zempoalteca para el trabajo de sutura y sanación.
Aunque no lo dicen abiertamente –porque usan a conveniencia la máscara de la “institucionalidad” priista- tan sólo en el municipio de Tlaxcala, más de uno de los que se ilusionaron con la posibilidad de ser candidatos a la alcaldía, está enojado y desilusionado porque les hicieron creer que habría un proceso limpio, democrático y transparente.
Pobres de ellos: pecaron de ingenuos, porque todo parece indicar que Anabel Alvarado Varela será la ungida, por eso unos días renunció a la titularidad de la Secretaría de Turismo. Algo sabía y pacientemente esperó a que se dieran los tiempos…sin despeinarse. El inminente dedazo a su favor puede quitarle votos a su tocaya.
Los damnificados –más de una quinteta de hombres- no quedaron conformes. Algunos quieren llevar sus canicas a otro partido y están en espera de saber qué les ofrece el mejor postor; otros simplemente han decidido –al menos por ahora- no mover ni un dedo a favor del tricolor: al fin y al cabo nada tienen, y tampoco creen que les pueda tocar siquiera una rebanada del pastel en el próximo sexenio.
Aparte de esa labor de restañar en su mismo partido –ya ni se diga en los otros que completan la alianza Unidos por Tlaxcala, donde también hace aire-, Anabell Ávalos todavía tiene que cargar con un lastre muy pesado: Víctor Hugo Gutiérrez Morales.
Su secretario en el ayuntamiento ha sido enviado –sin grandes logros- para tratar de conciliar o negociar, incluso con gente de otros partidos. Pero no es de fiar: a él y su clan lo mueve sólo el interés personal y económico.
Muchos con los que ha sido enviado se quejan -por debajo de la mesa- de su prepotencia, merced a que será –émulo del Córdoba Montoya salinista- el poder tras el trono “de la próxima gobernadora” y por sus manos pasarán todos los asuntos de relevancia.
De todo lo anterior se colige sólo un factor: tanto en Morena, como en el PRI, olvidan que la lucha por el poder está afuera, con los de enfrente, no con los de casa y que al enemigo hay que tenerlo cerca.
Quien sea de las dos que quiera ganar, debe conseguirse un maestro de primaria para que les enseñe, otra vez, las operaciones básicas de sumar, restar, multiplicar y, por qué no, a dividir también…pero al rival.