De víctimas y victimarios

De víctimas y victimarios
 Fabián Robles
La Fuente

La Fuente por Fabián Robles Medrano 

En un espacio anterior (Morir por desdén, publicado en este mismo espacio) me referí a la muerte de policías municipales de Tlaxcala a manos de delincuentes. Decesos que no tendrían que haber sucedido, no al menos en las circunstancias en que ocurrieron: por no tener chalecos antibalas ni portar armas de cargo.

En esas condiciones precarias al menos siete de ellos tuvieron que enfrentar a hampones, esos sí provistos de armas largas.

Hoy me permito retomar algunos datos de la “Encuesta 2019 ¿Qué piensa la policía?”, realizada por la organización Civil y dados a conocer en 2020.

La información es develadora y por demás preocupante para la sociedad, mas no para las indolentes autoridades porque da cuenta de la precarización laboral, largas jornadas de trabajo y abusos a manos de los propios mandos.

Esas condiciones explican de alguna manera por qué los altos niveles de corrupción en las corporaciones. Y que conste: no se trata de justificar a nadie, sino de ver una realidad lacerante.

La encuesta fue aplicada a 4 mil 422 policías de 28 estados, salvo los de Nayarit, Michoacán, Puebla y Tabasco, que se rehusaron a colaborar.

De dicha investigación se pudo conocer que 51% de uniformados ha tenido que comprar con su propio dinero calzado, otro 44% ha adquirido cartucheras, 25% tiene que pagar las reparaciones de las patrullas que les son asignadas y otro tanto tiene que costear hasta las balas de sus armas de cargo cuando las utilizan.

Por si fuera poco, uno de cada tres debe comprar con su salario la papelería que utilizan para realizar sus informes.

Además, 1 de cada 10 policías ha tenido que gastar de su bolsa para la compra de un chaleco antibalas. Veracruz es el colmo, pues ahí la mitad de los elementos estatales tiene que costear con su ínfimo salario la adquisición de esa prenda.

Peor aún, el estudio también permitió conocer que 52% nunca ha recibido cursos de primeros auxilios; 34% no ha sido capacitado para manejar una patrulla y 19% nunca ha sido instruido sobre uso de la fuerza o detención de personas.

Si de salarios hablamos, se pudo conocer que 4 de cada 10 policías en México sobreviven con un ingreso mensual promedio inferior a 10 mil pesos.

En esa lista, los oficiales de Oaxaca se ubicaban como los peor pagados de todo el país con apenas 7 mil 346 pesos mensuales. El segundo nada honroso segundo lugar correspondió a los elementos de Tlaxcala con apenas 8 mil 556 pesos divididos en un par de quincenas.

Del otro extremo se encontraban los policías estatales de Baja California con 18 mil 201 pesos mensuales, y San Luis Potosí donde ganaban 15 mil 434 pesos.

Otro de los hallazgos que retrata en su informe Causa en Común es que 21% de los encuestados nunca ha tenido una práctica de tiro. Los peores casos son los de Zacatecas, Tamaulipas y Campeche, donde más de la mitad nunca ha ido a un campo de pruebas.

Las deficiencias no quedan ahí: una quinta parte de ellos ni siquiera ha sido capacitado sobre la forma correcta y legal para detener a una persona.

Mención aparte merece el trato que muchos de ellos reciben de sus superiores, y de eso poco o nada se sabe.

La encuesta develó que a 21% de ellos sus jefes les pidieron hacer “encargos personales”, mientras que 12% tuvo que pagar una “cuota” para que no se les cambie de adscripción, no recibir un castigo, disminuir sus horarios de trabajo y hasta para asignarles una patrulla o algún crucero.

Ahora mismo recuerdo un par de episodios de abusos relacionados con policías del estado.

Uno de ellos ocurrió en los tiempos del gobernador perredista –expriista y hoy morenista- Alfonso Sánchez Anaya. El jefe de la policía estatal Juan Olmedo solía enviar a varios de sus subordinados a limpiar sus cabellerizas y también a que cuidaran y asearan a sus finos equinos.

El otro caso es de fechas recientes: hace unas semanas circuló en redes sociales un video en el que policías municipales de Zacatelco –en plena madrugada, descalzos y semidesnudos- son bañados con agua fría y obligados a hacer ejercicio, en medio del estallido de cohetones lanzados a los pies.

Inmutables por las críticas recibidas, en descargo a su favor, las autoridades de ese municipio dijeron que esas prácticas son propias del adiestramiento militar al que debe someterse todo aquel que quiera estar en la corporación.

Para rematar, bien vale retomar las reflexiones que sobre esta problemática hizo para Animal Político el connotado doctor Luis de la Barreda: “esto, lo que nos hace ver, es que hay un gran desprecio de la actividad policial. Les exigimos mucho, lo cual está bien, pero no es razonable pensar que lo puedan hacer si no se les prepara para ello”.

 

@FaroTlax