Cada quien su cruz (Parte I)

Cada quien su cruz (Parte I)
 Fabián Robles
La Fuente

La Fuente por Fabián Robles 

A unos meses de concluir su mandato, la mayoría de los tlaxcaltecas en edad de votar juzgó a Marco Antonio Mena Rodríguez en las urnas el pasado domingo…y lo reprobó por segunda ocasión consecutiva: más de 248 mil ciudadanos dijeron no a lo que a todas luces consideran un mal gobierno. Por eso votaron por otra opción para la titularidad del Ejecutivo local: Morena.

Ya en los comicios de julio de 2018, el electorado había manifestado en las urnas su inconformidad hacia la forma de hacer gobierno del tricolor en sus diferentes niveles.

Ese año el Revolucionario Institucional prácticamente perdió todo lo que había en disputa en las urnas en el plano estatal, y en el federal hasta la presidencia de la República. Nomás.

“Hay muchas cosas a las que la gente dijo enfáticamente que ya no y eso incluye a quienes votaron por una opción u otras”, dijo Marco Antonio Mena en un discurso pronunciado el jueves 5 de julio de 2018, a propósito de la primera derrota –dolorosa, criticada e histórica- del PRI, con él como jefe político del otrora partidazo en Tlaxcala.

Y en los comicios del pasado domingo 6 de junio ocurrió eso, lo mismo que ayer: la mayoría del electorado tlaxcalteca dijo ya no al PRI, aunque en descargo se debe decir que Lorena Cuéllar es rama del mismo árbol, pues no hay que olvidar sus orígenes en el tricolor que le dio varios cargos durante años de militancia fiel.

Cero y van dos de manera consecutiva en el haber del vástago del profesor Antonio Mena Montealegre, quien fuera secretario de Gobierno en el mandato de Beatriz Paredes Rangel. Demostrado quedó entonces que “el primer priista” de Tlaxcala no es político. Lo suyo, lo suyo, es la academia, a la que tal vez pronto regresará una vez concluido su mandato en agosto próximo.

El día de ese discurso –a menos de una semana de celebrados los comicios de 2018- Marco Antonio Mena reunió a decenas de personas en el Centro de Convenciones de Tlaxcala.

Desde integrantes de su gabinete, alcaldes, representantes de los otros dos poderes y empresarios, hasta dirigentes de un puñado de partidos, fueron convocados para escuchar su perorata.

Aquella ocasión, la justificación de Marco Antonio Mena a los resultados de la jornada electoral –que también le costaron al PRI la presidencia de la República- fue que revelaron el agotamiento de muchas estructuras, actitudes y formas de la política.

A un año y medio de iniciada su gestión, ese 5 de julio de 2018, el gobernador fue enfático al señalar que había “concluido el tiempo de las continuidades”.

Aún más, Marco Antonio Mena puso punto final –al menos de palabra- y “en definitiva a actitudes patrimonialistas, aspiraciones dinásticas o de apellidos o linajes”.

Pero vino el tiempo y el viento se llevó esas palabras: el exasesor de Luis Carlos Ugalde sucumbió a la tentación del poder y, contrario a su promesa de “dejar atrás en definitiva” esas actitudes que tanto criticó, impuso a su hermano Fabricio como secretario de organización del Comité Directivo Estatal del PRI.

Después, sin desdoro alguno permitió que su consanguíneo –por cierto, cuñado de la hoy virtual gobernadora morenista Lorena Cuéllar- resultara postulado en el lugar número uno como candidato plurinominal del tricolor.

Para justificar esa imposición se dijo que la nominación del hermano incómodo fue “avalada por la Comisión Política Permanente” del partido.

El hecho causó encono entre los priistas quienes todavía hoy se siguen preguntando dónde quedó el compromiso de Marco Antonio Mena para “dejar atrás y en definitiva” esas actitudes “patrimonialistas, aspiraciones dinásticas o de apellidos o linajes”.

De ese movimiento, el principal damnificado fue Noé Rodríguez Roldán y su grupo, quien tuvo que tragarse su coraje y su orgullo. Primero, al no ser el ungido como candidato a gobernador; y luego al no recibir la postulación a diputado plurinominal… al menos como premio de consolación.

Eso dio pie a otro problema que ya desde las elecciones de 2018 Marco Antonio Mena tenía registro: las traiciones como una suerte de vendetta de varios de sus cercanos colaboradores y militantes distinguidos del PRI que nunca lo vieron ni aceptaron como líder político.

En el discurso de marras al que me he referido líneas arriba, el gobernador reprochó “la falta de compromiso y deslealtad con el ciudadano tlaxcalteca”.

De nada sirvió que en ese entonces dijera que “no es válido, no es correcto, no es aceptable ni admisible que un funcionario, sin dar resultados, cobre y se exprese mal del propio gobierno. Hay quienes no quieren estar en el gobierno ni con el gobierno. No los vamos a tener a fuerza”.

Terminó 2018 y Marco Antonio Mena no sólo incumplió esa promesa, mantuvo a varios de sus colaboradores –muchos de ellos sus correligionarios y otros de distinto signo político- en el gabinete. Él sabe quiénes son y por eso en el pecado, lleva la penitencia.

A manera de colofón, huelga recordar que en 1998 Alfonso Sánchez Anaya –quien había renunciado a su longeva militancia priista para convertirse en candidato del PRD a la gubernatura- se propuso ser el sepulturero del PRI en Tlaxcala. Su deseo –así está consignado en los medios de la época- era enterrar para siempre al tricolor.

Aquella ocasión el ahora morenista veterinario venció con una primera e histórica alianza multipartidista al PRI.

Fue tal vez el primer clavo de muchos en el ataúd del Revolucionario Institucional, pero en realidad quien parece que ha dado la puntilla al tricolor es Marco Antonio Mena Rodríguez: las dos elecciones que le tocaron como “primer priista”, las perdió de manera por demás escandalosa; ambas a manos de Morena. Vaya coincidencia.

 

@farotlax