La Fuente escribe Fabián Robles
Un silencio sepulcral, harto preocupante, es el que ha guardado el agonizante gobierno del priista Marco Antonio Mena Rodríguez respecto de un par de asuntos en extremo delicados que se registraron durante los últimos diez días.
El primero tiene que ver con la actualización de la alerta anual de viaje a México emitida por el Departamento de Estado de Estados Unidos en la que recomendó a sus ciudadanos reconsiderar viajar a varios estados de nuestro país debido a la prevalencia del Covid-19 y a los altos índices de violencia e inseguridad.
En esta última clasificación el gobierno del vecino país del norte incluyó a Tlaxcala.
Cierto, la administración de Joe Biden se siente la policía del mundo, única con calidad moral como para cuestionar lo que sucede fuera de su territorio, pero sin atender la ola de criminalidad que azota a su población.
Sin embargo, el asunto no es menor para el caso de Tlaxcala, sobre todo si se toma en cuenta que la actividad turística ha sido estandarte de la actual administración priista y que una alerta de viaje como esa puede repercutir de manera negativa para el estado, ya de por sí vapuleado –como el resto de la república- por la pandemia.
Parece que Marco Mena –el llamado sepulturero del PRI- está más preocupado y ocupado por lo que la Unidad de Inteligencia Financiera pueda investigar sobre el presunto desvío de recursos con fines electorales en el que presuntamente habría incurrido y que denunciaron legisladores federales de Morena, antes de los comicios del 6 de junio.
José Antonio Carvajal Sampedro, quien cobra desde hace unos meses como secretario de Turismo, también ha hecho mutis del tema.
Gente cercana a la hoy gobernadora electa Lorena Cuéllar, dice que el funcionario también enfrenta una denuncia por el mismo motivo que su patrón. Conste: lo dicen ellos.
Lo cierto es que, en su caso, a Carvajal Sampedro de manera frecuente se le mira departir en el restaurante La Gloria –a una cuadra de su despacho- un día sí y otro también, invariablemente en desayunos que se prolongan casi hasta el mediodía, con lo que muestra su desinterés a lo que pueda suceder en la llamada industria sin chimeneas.
El otro tema preocupante para la población, que no para las autoridades, es la ola de atracos ocurrida en apenas unos minutos la semana pasada en el Arco Norte, cerca de Calpulalpan.
Ahí, de acuerdo con versiones de las propias víctimas, un comando fuertemente armado aprovechó el cierre de esa carretera a causa de un accidente para despojar con violencia a los automovilistas de sus pertenencias personales y a traileros de parte de la carga que transportaban.
La Guardia Nacional –dicen- llegó una hora después de los reportes hechos por los afectados alrededor de las 05:00 horas. Los delincuentes afectaron a por lo menos 40 conductores y actuaron sin que nadie los molestara.
Mejor el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, externó a fines de la semana pasada su preocupación por esos hechos y hasta habló de la necesidad urgente de convocar a una mesa de diálogo con las autoridades de Tlaxcala y de la Guardia Nacional, pues el atraco se registró en el tramo San Martín Texmelucan-Tlaxcala.
Del lado de las autoridades de Tlaxcala no se ha escuchado ni una sola palabra relacionada con ese hecho que se convirtió en nota nacional. Para el gobierno del estado es como si eso no hubiera ocurrido aquí.
En resumen, dos temas delicados de inseguridad que no interesan al priista Marco Antonio Mena Rodríguez, quien a pesar de todo presume que se encuentra entre los gobernadores mejor calificados del país, y que también mantiene el discurso aquel de que Tlaxcala es el segundo estado más seguro del país.
@farotlax