La Fuente escribe Fabián Robles
En su conferencia mañanera de este martes el presidente Andrés Manuel López Obrador habló de una realidad insoslayable, inobjetable y lacerante que se vive a diario en las escuelas normales rurales del país, ahí donde los comités de alumnos ejercen un sistema de autogobierno y cacicazgo que les sirve para incurrir así, de manera impune, en actos de corrupción. “Son los que mandan”, dijo lacónico.
El tema con los reporteros que cubren la fuente surgió a propósito de una manifestación protagonizada este 3 de agosto por alumnos de la Normal de Mactumatzá, en las afueras de Palacio de Gobierno. Los jóvenes chiapanecos exigían hablar con el presidente para plantearle su preocupación por la reducción presupuestal que enfrentan para el sostenimiento de la escuela.
“Hay veces que no se maneja bien ese dinero y hay controles al interior de las escuelas; incluso, controles autoritarios de estas escuelas, donde hasta obligan a los muchachos a llevar a cabo acciones, porque van ahí muchachas, muchachos de escasos recursos a estudiar y yo tengo compromiso con ellos, es a los que más quiero ayudar. Pero también no es correcto que haya ese tipo de cacicazgos al interior de las escuelas con mal manejo de recursos, eso ya no debe de existir”.
Esa fue la respuesta del presidente a la pregunta de si dialogaría con los normalistas para abordar el tema.
Pero eso no fue todo.
Seguro de que su pecho no es bodega y siempre dice lo que piensa, el tabasqueño propuso que el apoyo económico para los normalistas se le entregue de manera directa a cada uno “para sus alimentos y todo (…) para la comida, que tengan su beca y que puedan ir a fondas, a restaurantes, a lugares, pero que hagan ellos lo que quieran”.
En clara alusión a los comités estudiantiles, y si bien matizó que sólo se da “en algunos casos”, el jefe del Ejecutivo federal sostuvo que son éstos “los que ponen al director, son los que ponen al administrador, son los que mandan. Entonces, sí ayudar en todo, pero que no haya abusos. Lo que no queremos es que se siga promoviendo el manejo corrupto en las escuelas, en ningún lado. Entonces, no a los cacicazgos”.
La radiografía tan puntual y tan firme que hizo el presidente de lo que ocurre en esas escuelas, llevó irremediablemente a este reportero a recordar varios pasajes vividos en la cobertura de hechos relacionados con la Normal Rural Benito Juárez de Panotla. Incluso, cuando en algún momento de su gobierno, el entonces perredista Alfonso Sánchez Anaya dijo que las protestas de las alumnas de Panotla eran como una “enfermedad crónica”.
En esa institución que funciona como internado para mujeres, como bien lo apunta López Obrador al referirse a lo que sucede en las escuelas normales, es común que quienes integran los comités estudiantiles pongan y quiten a su antojo a directivos y docentes, por encima de las reglas. La práctica es añeja.
Un intento de crónica publicada en las páginas de La Jornada de Oriente a finales de 2016, sirve para ilustrar aunque sea un poco lo sucedido alguna vez en ese plantel cerrado por una enésima protesta de las normalistas. Víctor Hugo Varela, mi compañero en ese entonces, me ayudó a reportear el hecho para el periódico:
“¡No sé cómo nos va a ir! ¡No sé cómo nos va a ir!”, dice entre preocupada y temerosa una de las siete alumnas de la Normal Rural de Panotla que son vejadas por el resto de sus compañeras desde hace tres años.
“Nuestro pecado: no comulgar” con los ideales y movilizaciones de la Federación de Estudiantes y Campesinos Socialistas de México (FECSM) que –dicen ellas- se han apoderado de este plantel bajo el pretexto de luchar por la permanencia de este tipo de instituciones educativas.
Las siete aspirantes a maestras –que ahora cursan el séptimo semestre de la carrera- no se separan una de otra.
Esperanzadas en que mejore su situación para no dormir más en la enfermería de la escuela –como lo han hecho, aseguran, desde hace meses-, se acercan a la comitiva encabezada por Lucila Elba Durán Aguilar, subdirectora de educación terminal, en busca de apoyo, pero con tan mala suerte que el grupo de funcionarios que hoy está en el plantel, las ignora.
Su paño de lágrimas es el grupo de reporteros que cubren la entrega-recepción este miércoles en las instalaciones de la Normal Rural que estuvieron en poder, según datos oficiales, de unos 900 estudiantes, entre tlaxcaltecas y de otras entidades que, durante las últimas cuatro semanas pusieron en jaque al gobierno estatal en su lucha por incrementar la matrícula de nuevo ingreso y una respuesta inmediata a más de 40 puntos de su pliego petitorio.
A coro, narran: “como no comulgamos con ellas, nos dejan sin alimentos, nos castigan. Y ahora tenemos miedo a las represalias. Ya pedimos apoyo a la Comisión Estatal de Derechos Humanos, pero nos dijeron que no nos pueden ayudar porque necesitarían un permiso especial (sic). A las compañeras de primer semestre las amenazaron con castigarlas, igual que a nosotras, en caso de que no apoyaran sus actos vandálicos o que tan siquiera nos dirigieran la palabra”.
En la reja principal del plantel, Lucila Elba Durán trata de ser afable con las normalistas y saluda sonriente: “¡hola, ya venimos!”.
Juana López, quien lidera a las alumnas de este plantel apenas si responde para al tiempo de sugerir-ordenar a la representante de la autoridad educativa: “hacemos el recorrido, pero sin los reporteros…¡Sólo ustedes! ¡Nada más los funcionarios!”.
Un breve intercambio de palabras y las partes convienen el acceso a los reporteros, pero las alumnas terminan por imponer sus condiciones: el recorrido se hará en todo el plantel, excepto en la cocina y el almacén.
En la zona administrativa el fuerte hedor de los sanitarios que están cerca recibe a la comitiva.
Los sellos colocados en las oficinas de la dirección y la subdirección, así como de la sala de cómputo están rotos, fueron violados por alguien, por manos anónimas. Por los suelos, algunas botellas vacías de cerveza y de otras bebidas alcohólicas.
Directivos e integrantes de la Contraloría Interna de la Unidad de Servicios Educativos de Tlaxcala levantan un inventario fast track. Casi nada anormal encuentran, salvo una invitación de la FECSM y un catálogo de productos de belleza mal puestos en un escritorio, así como el faltante de 27 manteles de hule, un par de condones y toallas sanitarias usadas.
El acto de entrega-recepción de las instalaciones de prolonga varias horas. Las clases no se reanudan.
Las acusaciones en contra de las normalistas abundan.
Juana –Juanita o La Jarocha para sus compañeras de lucha- no se vence ni se deja intimidar por los señalamientos en contra suya y de sus seguidoras.
Con una mueca de aparente inocencia, La Jarocha exclama al tiempo que se santigua y besa una cruz formada por los dedos de su mano derecha: “¡qué exagerados!, ¡en serio, no falta nada!, ¡no hicimos nada! ¡Por Diosito!”.
@farotlax