La Fuente escribe Fabián Robles
Varios de los ahora 60 expresidentes municipales tuvieron un final ignominioso en sus respectivas administraciones. Las últimas horas de su mandato ellos mismos, y nadie más, se encargaron de perder el buen nombre y el poco honor que les quedaba, merced a sus actos de voracidad y un tufo innegable de corrupción e irresponsabilidad.
Las quejas y los reproches de las autoridades entrantes fueron el común denominador el último día de agosto en más de una decena de municipios.
En los actos protocolarios de toma de protesta de los nacientes ayuntamientos la palabra más sonada y pronunciada fue “saqueo” para definir el desastroso estado, no sólo económico sino también material, que dejaron los ediles que se fueron.
Cuatro años y ocho meses no bastaron a muchos de ellos para mostrar su talante de avaricia e irresponsabilidad.
Ahora que viven fuera de los reflectores, poco o nada les importa la afrenta pública, la vergüenza y la infamia. Su cinismo es más grande, los rebasa al extremo.
Jorge Corichi, edil de Morena en el municipio de Tlaxcala, ya advirtió que auditará a su antecesora, la priista Mildred Vergara. Dice que no se trata de un acto de venganza, sino de una acción para deslindar responsabilidades.
Su postura no es nueva. Ya desde los tiempos de campaña había destapado la cloaca tanto en el ayuntamiento como en la comisión de agua potable y alcantarillado, donde encontró decenas de “aviadores” y de plazas creadas sin justificación alguna, sólo para beneficiar a los cuates a costa del erario.
En Huamantla la situación no es distinta ni menor. El edil pevemista Juan Salvador Santos Cedillo, ante la desastrosa situación económica que heredó del priista Jorge Sánchez Jasso, llegó a tal grado de pedir “comprensión y paciencia” a los habitantes de las 39 comunidades que conforman el municipio más grande del estado. En pocas palabras, dijo, no hay dinero para atender las necesidades de la población.
Tampoco en San Pablo Apetatitlán el panorama es diferente. El panista Ángelo Gutiérrez Hernández denunció públicamente en su mensaje de toma de protesta que su antecesor, Eloy Reyes, dejó las cuentas del ayuntamiento en ceros. Al igual que Jorge Corichi no emprenderá una cacería de brujas, pero iniciará los procesos necesarios para deslindar responsabilidades.
En Panotla, en un acto de valemadrismo puro o puro valemadrismo, el perredista Eymar Grande ya ni siquiera se presentó a firmar los documentos relativos a la entrega-recepción. Ni siquiera se inmuta porque hace unos días fue vinculado a proceso por un juez de control acusado, junto con su ahora extesorero y excontralor, por su probable responsabilidad en el delito de coalición de servidores públicos.
La cereza al pastel fue cortesía de Héctor Domínguez Rugerio en Chiautempan: sin desdoro alguno, la noche del 30 de agosto llegó en evidente estado de embriaguez al acto de entrega-recepción de la administración municipal.
El colega Moisés Morales consignó en las páginas de El Sol de Tlaxcala que la condición en que se encontraba ese hombre fue tan patética que, incluso, fue necesario llamar a un médico legista para que determinara y certificara el grado de alcoholismo que presentaba Domínguez.
Días antes, ese hombre ya había dado otra muestra de su irresponsabilidad como autoridad: so pretexto de ya no tener recursos, decidió no apoyar a la delegación del Bienestar para una jornada de vacunación en Chiautempan.
Frente a ese panorama, lo menos que se puede esperar de las autoridades municipales entrantes es que se fajen los pantalones y procedan como lo tengan que hacer y contra quien sea, sin miramiento alguno. Ojalá que no todo quede en un simple discurso para victimizarse y al final no hacer nada.
De parte de la Fiscalía Anticorrupción se espera que también haga lo propio y castigue a quien lo merezca, ya que a los exdiputados locales les temblaron las manos y no tuvieron –o no quisieron, que es peor- aplicar la ley en contra de los alcaldes tranzas y les perdonaron todo tipo de corruptelas.
Nadie los va a juzgar porque cumplan con sus responsabilidades. La sociedad toda estará de acuerdo en que ya es tiempo, después de tantos y tantos actos de corrupción, en que alguna exautoridad municipal termine en la cárcel y pague por sus excesos u omisiones.
Tal vez suene a discurso manido, pero hoy está más que vigente la arenga aquella de que “el pueblo se cansa de tanta pinche tranza”.