Máscaras escribe Jesús Olmos
En la primavera de 1995, fue cuando alcancé a percibir los primeros atisbos de mi vocación futura. Quien esto escribe, y su generación, apenas teníamos entre 5 y 10 años.
Para muchos de nosotros el asesinato de Luis Donaldo Colosio pasó como una historia de ciencia ficción por la tele, igual que para muchos el tema se fue inadvertido. No eran tiempos para ninguno de nosotros de ser responsables del destino de un país, cuando apenas éramos unos principiantes en esto de la vida.
Sin embargo, este hecho sí marcó la forma en que aprendimos a acceder a la verdad oficial, la mediática y la posverdad.
En pocas horas la televisión ya presentaba al primer detenido de aquel 23 de marzo de 1994. Mario Aburto Martínez era señalado incuestionablemente como el hombre que le disparó en la cabeza al entonces candidato presidencial del PRI, en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana en Baja California.
Entre tanta especulación y teorías que apuntaban directamente a la Residencia Oficial de Los Pinos y a su habitante sexenal, fuimos prácticamente obligados a aceptar que solo había una verdad y era la oficial. Se hablaba en voz baja del tema, como si las paredes escucharan las voces de cualquiera de los mortales que vivían en barrios y colonias.
Se generó una estela de miedo especulativo, la zozobra era el ingrediente con el que el poder alcanzaba el control de una población espantada por la imagen repetida mil veces del arma y la caída fatal del hombre carismático que buscaba hacerse del poder.
Para el mes de septiembre era asesinado el secretario general del Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Francisco Ruiz Massieu y en el caso se involucraba al entonces diputado federal, Manuel Muñoz Rocha.
A estos dramas se les sumaron la entrada del TLC y el alzamiento zapatista.
La crisis devino en un diciembre de devaluaciones y un sinnúmero de decisiones que mostraban en su máximo esplendor el autoritarismo del régimen priista.
El paso de turbulentos meses para niños menores de 10 años de edad significó una de las primeras confrontaciones con el mundo real, plagado de medias verdades, realidades ocultas e intereses de grupos poderosos.
La verdad oficial se entrelazó con la mediática, que parece ser inquebrantable incluso hasta nuestros días, cerrando paso a cualquier idea de posverdad.
Dos años después del magnicidio de Colosio, apareció el chupacabras, uno de esos fenómeno mediáticos que se mostró como la excusa perfecta para distraer la atención.
Y al chupacabras le sustituyó la osamenta hallada en La Finca “El Encanto” y el papel de una vidente conocida como “La Paca” que protagonizaría uno de los mayores escándalos judiciales de nuestra historia con el involucramiento del hermano del presidente Salinas.
En tan solo tres años de nuestra historia se marcaría un futuro que duraría casi 30 y pasaron demasiadas cosas de las que sobreviven preguntas.
Hasta la fecha no existe certeza de que haya un gramo de verdad en la versión contada por los ganadores.
@Olmosarcos_