Víctimas, en el centro

Víctimas, en el centro
Jesús Olmos
Máscaras

Máscaras escribe Jesús Olmos 

Una joven es atacada con ácido en las calles de Puebla por un sujeto desconocido. Dos días después, la multitud en las redes la bombardea con cuestionamientos y preguntas hirientes.

“¿Fue real? ¿Por qué no has denunciado? ¿Para cuándo? ¿No estás fingiendo para llamar la atención? ¿Por qué no das la cara? ¿Quién eres? ¿Qué buscas sacar de esto?”, y muchas, muchas más.

Ella responde: ser víctima implica desgaste físico, emocional y económico; implica miedo e inseguridad, dolor físico y emocional, no es el momento de denunciar.

En las redes ya no la cuestionan, ya ejercen un veredicto sobre ella: Tu caso es falso, no existes, inventaste todo, quieres llamar la atención, ni te pasó nada, “otra mujer montándose en el feminismo”.

Ella ahonda en la respuesta: las víctimas no le deben explicación a nadie sobre su respuesta a un ataque, y la respuesta deberá plantearse al colocar en el centro las necesidades de la persona directamente afectada.

“Puntualizar que los Estados están en la obligación de proteger los derechos de todas las personas. Esto implica prevención de delitos, de ataques y de violencia, castigos eficientes a quienes la justicia declare culpables de la comisión de un delito y protección a las víctimas de todo tipo de crímenes, muchas víctimas no reportan los ataques a las autoridades debido a una falta de confianza en ellas y un sentido de desesperanza por la impunidad que se presenta y el miedo a las represalias. Por ello, es menester que las autoridades sigan adecuadamente los procesos de recepción de denuncias y juzguen debidamente estos casos e inviertan suficiente tiempo y energía para lograr una sentencia justa”.

Lejos del abrumamiento mediático, a poco más de una semana de los hechos, muchos parecen haberlo olvidado, pero la víctima debe seguir en su red de apoyo, viviendo las consecuencias del ataque y manejando su duelo.

Un poco más al norte, un afamado juicio se desarrolla con una exposición mediática sin igual.

Sobre una mujer de 36 años se posa todo el peso de movimientos feministas, reclamos hacia un sistema patriarcal, normativo y capitalista.

Este juicio, y su percepción, sirven inequívocamente para demostrar una tendencia regresiva de represalias contra quienes denuncian la violencia o los abusos, una visión unificada en todo el mundo que no pone en el centro a las víctimas, sino a quienes detentan el poder (sea cual fuere).

Desde ahora, en aquellas latitudes se sienta un precedente en el que incluso si no nombras a quien consideras tu agresor en un escrito y aún con evidencia de abuso, puedes ser demandado por difamación y perder.

Puede que la chica no sea víctima de su expareja, pero es víctima de la normalización absoluta de la violencia machista y patriarcal que ejercemos todos. Su caso es la glorificación de la violencia de género, televisada, juzgada sin reparo.

Una mujer habló ante la mirada atenta de todos de abusos cometidos por su pareja, de la cual también abusó. Él ganó al final, un triunfo de sinsabores; sin embargo, con el escándalo mediático, el amarillismo y la frivolidad, perdimos todos.

 

@Olmosarcos_