Máscaras escribe Jesús Olmos
Lorenzo Córdova Vianello, hace mucho tiempo que dejó de ser un árbitro parcial y metió las manos en el juego de tronos de la política nacional.
Diversos hechos muestran a todo color, los movimientos con los que el llamado “árbitro electoral” ha desempeñado su función faltando a los principios rectores del instituto que comanda.
Si bien se puede discutir su actuación y apego a la legalidad, certeza y máxima publicidad, resulta más que obvio que hace tiempo perdió todo ápice de IMPARCIALIDAD, OBJETIVIDAD e INDEPENDENCIA.
No son solo los supuestos WhatsApps con el dirigente nacional priísta Alejandro Moreno, los que lo evidencian, ni son las reuniones con Felipe Calderón en el marco de la definición sobre la viabilidad del partido que promovía Margarita Zavala, las conferencias magistrales en las que hace crítica de corrientes de pensamiento político, la persecución de activistas o periodistas críticos o la inacción ante los escándalos electorales de la oposición, lo suyo es un camino marcado de tropiezos, que exhiben a un actor sesgado.
Lorenzo no parece querer rectificar, sino que en cada nuevo movimiento da la razón a sus críticos, incluso a los que siempre se distinguen por descabellados.
A Lorenzo Córdova, señalado para colmo de un clasismo trepidante, se le une el consejero Ciro Murayama, ambos notables miembros del Instituto que han usado para reproducir sus ideas de lo que está bien y lo que está mal, no para ofrecer una visión totalmente ajena a los hechos.
A los consejeros Murayama y Córdova Vianelllo, pareciera que les hace falta un partido político en donde militar, más que mantenerse como garantes del derecho al voto.
Si bien es cierto, que es sano que el representante de la autoridad electoral mantenga comunicación con dirigentes partidistas, está completamente fuera de lugar hacerlo en defensa de sus propios intereses, poniendo sus ideas por encima de la institucionalidad y dejando ver cierto encono con el sector claramente vinculado con el Gobierno del presidente López Obrador.
Para Lorenzo Córdova, pudiera ser normal dialogar sobre el presupuesto del INE con un dirigente político, no encontrando un posible conflicto de interés en ello.
Para Lorenzo Córdova, pudiera ser normal aceptarle una comida a una parte interesada en la conflagración de un partido político, no encontrando materia para una predisposición de su voto.
Para Lorenzo Córdova, pudiera ser normal alertar sobre los vicios del populismo con recursos públicos en contra de uno de los partidos a los que le toca arbitrar.
Para Lorenzo es normal ir en contra de un sector político nacional, no encontrando ninguna barrera o límite legal, aunque se extravíe la moral para hacerlo.
La Iglesia en manos de Lutero, el INE en manos de Vianello, una rima que resuena y resuena en los rincones de un país que de por sí es desconfiado con quienes juegan papeles imparciales.
El Consejero Presidente del INE se ha ganado a pulso el título de árbitro vendido, el juego en el que se inmerge deja poco margen para no creerlo.
@Olmosarcos_