Máscaras escribe Jesús Olmos
El 20 de mayo del presente año, Josué llegó a trabajar a Puebla.
Recién egresado como ingeniero en Sistemas Computacionales, hizo uno de tantos test en una empresa de manera virtual y tras un largo proceso fue aceptado para trabajar en una planta de la zona de la Central de Abasto.
Su llegada a Puebla coincide con el horror del asesinato de la abogada y activista, Cecilia Monzón, a manos de un sicario contratado por su expareja y excandidato a la gubernatura, con quien tenía un pleito por pensión alimenticia.
El joven, que apenas supera los 22 años de edad, desembarcó en casa de una tía que le preparó la recámara de visitas para que se acomodara en lo que empieza a ahorrar dinero y puede buscarse un lugar donde hacer su vida independiente.
En una reunión con sus nuevos compañeros de trabajo, cuenta que el día que llegó a vivir a la ciudad le parecía que había un aroma fúnebre, una zozobra en el ambiente que ponía gris el ambiente. Dos o tres más en la charla hablan de esa tarde, en la que también cayó un mal afamado periodista, muy polémico y “muy manchado”, describen, por decir poco.
El 4 de octubre, de paso al trabajo en su ruta habitual, un cúmulo de patrullas llamó su atención en la zona de Villa Frontera. Al llegar a la oficina, se enteró que una mujer había sido asesinada y al poco rato supo que era Esmeralda Gallardo, integrante del Colectivo Voz de los Desaparecidos, quien buscaba a su hija Betzabé, la cual tenía un año de no haber sido localizada.
De regreso, una intensa lluvia fue la atmósfera ideal para que se planteara su permanencia en la ciudad.
A la mañana siguiente y con dudas, se decidió asistir a sus labores y no dejar que lo atrapara el miedo.
Así pasaron semanas y semanas hasta que por una llamada se enteró que uno de sus primos había escuchado los tronidos de las balas que fueron lanzadas contra el abogado Fernando Castillo en el estacionamiento de Costco.
Otra vez tuvo dudas sobre lo gigantesca que era la ciudad y el impacto de estos homicidios tan sonados.
Su testimonio llegó a mí con una serie de tuits que coloqué el pasado 3 de noviembre, en los que me contaba de sus temores y de si la ciudad era ideal para vivir.
Los mensajes decían: “Con una tranquilidad inalterable, pueden llegar cualquier día de la semana amatarte mientras haces tus compras y huir sin que suceda nada. Me hace sentir que, solo no me han matado porque no me han puesto el ojo encima. Es así nuestra realidad. Porque en cuanto te hagan un objetivo te pueden agarrar en el súper, en un restaurante, en la calle, en un parque o en tu propia casa, y con toda la tranquilidad te pueden matar y al día siguiente, ellos estarán tranquilos de que fue algo directo. Es asesinar sin consecuencias”.
Quedamos que la plática sobre la situación de seguridad en la ciudad daba para muchos más escenarios, pero que era innegable que los hechos que han ocurrido desde mayo en la zona conurbada y en la capital han incrementado el estado de alerta, y la gente tiene que vivir con miedo de un día cualquier a ser señalado con el dedo.