Parabólica.mx escribe Fernando Maldonado
Los ídolos de barro suelen caer ante el paso del tiempo. Suelen estar hechos de materiales deficientes, sin la calidad incorrupta para evitar erosión y la severidad del juicio de la historia que, sin prisa ni pausa, coloca a cada cual y su cada quien en una dimensión más justa.
Eso es lo que sucede con la figura del exgobernador Rafael Moreno Valle, un político que se ocupó de ser el arquitecto de su propia ambición política, disimulada apenas por una corte de bufones y oportunistas que vieron en él a un falso modernizador.
Moreno Valle está por cumplir tres años de haber fallecido a causa de la caída de un helicóptero el 24 de diciembre, junto con su esposa Marta Erika Alonso Hidalgo y tres personas más, dos tripulantes y un asistente.
En tres entregas anteriores, la Parabólica ha ofrecido el testimonio de los exlíderes del Partido Acción Nacional, la fuerza política que el expriísta convirtió en franquicia electoral y agencia de colocaciones, en detrimento de los principios doctrinarios de los que tanto se ufanaron los liderazgos fundacionales.
De mujeres y hombres que han sido traídos a la escena, a propósito de la efeméride del deceso infortunado de quien paradójicamente consiguió junto con sus aliados políticos, la alternancia política en Puebla, el juicio más severo respecto de la conducta pública del personaje central, es Juan Carlos Mondragón Quintana.
Narra Mondragón Quintana en el testimonio compartido para el documento del que el columnista posee una copia, el momento del primer rompimiento como presidente del Comité Estatal del PAN: una cartera en la estructura partidista como pago de una factura, una vulgar cuota a través de un enlace que ha hecho las veces de esquirol dentro del panismo, Pablo Rodríguez Regordosa.
-¿Cuántas secretarías me vas a dar?, inquirió enfático al joven dirigente, que ahora radica en Reino Unido, sólo para recibir una respuesta en el mismo tono: “¿Pues tú dime cuántas secretarías me vas a dar en el gobierno del estado?”, puyó.
Fue el inicio de la pésima relación marcada por una disputa por el control del partido que había abierto las puertas a Moreno Valle para ser senador y luego candidato a gobernador en 2010.
No sería la única, porque previamente había existido un documento de circulación interna que había sido producto de las negociaciones entre la dirigencia nacional de Acción Nacional y el propio Moreno Valle para crear un Consejo Ciudadano que diera seguimiento a políticas públicas de la primera administración panista en Puebla.
Nada de eso se hizo efectivo, pues luego vinieron los Castañón, Manzanilla, Gali y hasta el recién aprehendido por el saqueo a Casa Puebla, conocido en el ambiente social como Bernie, para convertir a la gestión gubernamental en una suerte de encarnación de Ali Babá y sus cuarenta ladrones.
“Cuando a Mario Rincón -un mapache tránsfuga del priísta, como el resto- lo grabaron comprando votos y preguntaron mi postura como presidente del PAN, declaré que se investigara”, dice Mondragón.
El costo de la postura claramente panista fue una queja de Moreno Valle en el Comité Ejecutivo Nacional y el retiro del saludo del gobernador. “Me castigó con el látigo de su silencio”, ironizó el exdirigente panista, lo que confirma lo obvio: los héroes de barro se caen con el paso del tiempo.
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