parabolica.mx Escribe Fernando Maldonado
El gobernador Miguel Barbosa dio el banderazo de salida a la sucesión en Casa Aguayo, que ocurrirá en el verano de 2024, al delinear el perfil que, según su criterio, es el idóneo para sucederlo en el cargo.
Quien haya sabido leer el momento entenderá que los perfiles que traen proyecto para convertirse en candidatos por el Movimiento de Regeneración Nacional, y que vienen directamente del PRI, tienen cuesta arriba esas posibilidades. Alcanzar la nominación deberá pasar por un hecho cierto, expresado públicamente: el veto de Casa Aguayo.
En esa definición están señaladamente el senador Alejandro Armenta Mier, excoordinador de la campaña de Blanca Alcalá Ruiz cuando fue abanderada en 2016, pero también presidente del PRI en 2010, cuando Javier López Zavala fue abanderado al cargo que en las urnas arrebató otro expriista, Rafael Moreno Valle Rosas.
Armenta Mier ya construye la estructura en todo el territorio a partir de afinidades entre diversos grupos del priismo, resentidos de la exclusión que han padecido con la actual dirigencia local, en manos de Néstor Camarillo y un grupo de políticos locales de la región de Quecholac.
El otro Mier, Ignacio, quien es coordinador de la bancada de Morena en San Lázaro y primo del otro aspirante a la candidatura, tiene cadáveres políticos insepultos que mucho cuentan a la hora de las definiciones.
El cordón umbilical que lo liga con Enrique Doger Guerrero –el excandidato a gobernador por el PRI que en 2018 hizo de porro al servicio de Martha Erika Alonso, la entonces candidata del PAN impuesta por el marido, Rafael Moreno Valle- está ahí.
Como mácula que oscurece el futuro de quien, por lo demás, tuvo el mal tino de salir en defensa de un diputado que enfrenta un proceso penal por presunto abuso sexual en contra de menores y que muy bien conoció como secretario general en la gestión municipal entre 2005 y 2008, con el mismo Doger: Saúl Huerta Corona, detenido en el Reclusorio Oriente de la Ciudad de México.
Ignacio Mier es un iniciado en la política, no obstante los tropiezos declarativos que lo catapultaron con pena a la escena nacional. Por ello, extraña que no se haya desmarcado de quien fue mancuerna política desde los tiempos de campaña en 2005.
Son los silencios los que más dicen en los políticos de diversos vuelos. Revelan más que esconder la basura debajo de la alfombra.
En 2018 cuando luego de la profunda crisis postelectoral en Puebla, Doger se perfilaba para ser titular de la Secretaría de Salud con Martha Erika Alonso. Era el pago de una factura por un acuerdo pactado entre José Antonio Meade, candidato presidencial, y Enrique Ochoa Reza, dirigente priista con Rafael Moreno Valle.
El silencio del coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados fue constante y complaciente, como sucede hasta hoy.
La definición de la candidatura en Puebla y otros estados pasa por el despacho de Andrés Manuel López Obrador. Son los ritos del poder cuando el jefe de un partido es, además, presidente de México… Pero no es determinante como lo muestra la historia.
@FerMaldonadoMX