Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
Resulta de una evidente perversidad que, durante meses, el clan que encabeza el diputado local plurinominal Carlos Alberto Evangelista Aniceto haya ignorado el caso de Coyomeapan, Puebla, pero que de pronto se decidiera a abanderarlo, justo en la cercanía de la repartición de las comisiones en el Congreso local, en donde los suyos han resultado relegados por ser una minoría beligerante.
El caso de aquel municipio, que representa un choque de cacicazgos regionales, no le importó al enlace del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), sino hasta que supuso que podría ser rentable para la presión, que lleva una contundente carga de chantaje.
La diputada federal Inés Parra Juárez, representante de esa zona, quien ha buscado perfumar ese caso para hacerlo pasar como un tema social, aunque no hay impugnaciones formales y los procesados por presuntos delitos tienen expedientes con méritos judiciales suficientes, anduvo sola en su “lucha” hasta esta semana que termina.
La misma semana en la que se han tomado las decisiones más importantes sobre la distribución de los órganos en el Poder Legislativo local.
La esposa de Evangelista, la también diputada federal Julieta Kristal Vences Valencia, se subió al asunto y, al igual que Parra, pretendió darle un tono de denuncia de abusos contra supuestos líderes sociales, al caso de un grupo que disputa el poder a otro.
En la sesión del 21 de septiembre, Vences leyó un texto en su celular, desde su curul, sobre el caso, mientras Parra Juárez, a su lado, la supervisaba.
Si alguien pudo atender el tema de Coyomeapan, desde abril de este año, en donde se alegran abusos de otro grupo lopezobradorista, fue Evangelista.
Él, como delegado del CEN morenista y quien repartió las candidaturas, bien pudo, desde antes del arranque del proceso, apoyar al grupo político de Parra -si es que esas hubieran sido su deseo e intención-, a quien ahora sí, cuatro meses después, simula respaldar a través de su esposa.
Parra, primero en solitario y ahora con el respaldo del clan Evangelista, casi una pandilla legislativa, ha acusado de decenas de cosas al gobernador Miguel Barbosa.
Con adjetivos, pero no con pruebas, lo responsabiliza de que su grupo político no ganara la alcaldía de Coyomeapan y lo que luego ha ocurrido.
Ha intentado arrastrar al mismo presidente André Manuel López Obrador a sus demandas de grupo, argumentando falsamente que se “golpea” al lopezobradorismo entero, porque su grupo político perdió la elección y luego cometió presuntos delitos al reclamarlo.
Con frases maniqueas es ella la que, en realidad, va contra su mismo bloque y el lopezobradorismo, pues sus adversarios son también de la bancada del Presidente de la República.
Especialmente, sin pudor y sin recato, ha golpeado a su compañera de bloque en San Lázaro, la diputada federal petista Araceli Celestino Rosas, hermana del presidente municipal saliente y ella misma ex alcaldesa de Coyomeapan. La diferencia es que su colega no se victimiza.
La única verdad a medias que ha expresado es la acusación de que sus enemigos son también de la región. También.
Ahora, la intromisión del clan Evangelista delata un oportunismo descarado.
La coincidencia de la discusión en el Congreso local de la repartición de las comisiones, en dónde Evangelista quiere su tajada, termina por desnudar los verdaderos intereses de todos ellos.
El grito de “al ladrón, al ladrón”, que busca confundir, aquí no convence a nadie.
Engañan y culpar resulta infructuoso, cuando los intereses particulares y el garrote del chantaje están tan a la vista.