Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
La última foto del dirigente del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Mario Martín Delgado Carrillo, sonriendo con el presidente de la República, tras una reunión privada para una conversación directa en Palacio Nacional, data del 4 de noviembre de 2021.
El presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), de acuerdo con versiones y voces de los mismos morenistas, ya no está en el ánimo de Andrés Manuel López Obrador.
Todo tiene lógica cuando se revisan hechos evidentes: el primer mandatario no tiene partido que lo acompañe; no hay a una bancada sólida, principalmente en la Cámara de Diputados, que lo respalde, y ha perdido confianza en el colimense quien, aseguran, dedica más tiempo a sellar contratos con entidades públicas para sus empresas que en su responsabilidad política.
Las pruebas más claras de la ausencia de un partido que acompañe al presidente son la terriblemente mala operación que redundó en una baja participación en la Consulta Popular de Revocación de Mandato, así como el naufragio de la Reforma Eléctrica.
Algunos morenistas suelen descalificar críticas de esta naturaleza, con el argumento de que Morena “no es propiamente un partido, sino un movimiento”, o que “no somos el PRI” para actuar como los priístas lo hicieron en el pasado.
Evidentemente Morena es más un movimiento, cuyo líder máximo y caudillo es López Obrador. Sin embargo, que ya no está en la sociedad, sino que es parte del sistema de partidos y está en la competencia electoral por el poder.
Si no han podido adquirir disciplina e institucionalidad, es porque hay incapacidad en su dirigencia. Mario Martín no ha sido capaz de darle rumbo, cohesión y armonía a Morena.
Ese partido gana elecciones, porque se beneficia de una suerte de transferencia de la popularidad y solidez de Andrés Manuel como líder político y social. Que no se equivoquen, los triunfos no son del partido, son del lopezobradorismo y el traslado afectivo de los ciudadanos que lo apoyan.
En cambio, el presidente sí ha necesitado, sin obtenerlo, del respaldo de su partido, en el área social, legislativa y hasta la declarativa.
No les gustan las comparaciones a los morenistas y remilgan de los modelos pasados, pero ni siquiera los legisladores, salvo contadas excepciones, salen a la arena declarativa y mediática son suficiencia, para defender a AMLO, cuando la oposición se sincroniza para atacarlo.
Son porristas zombies que no pasan de la arenga de “es un honor estar con Obrador”, pero no lo ayudan realmente.
En las elecciones de 2021, Morena y sus aliados perdieron más de medio centenar de curules. Perdió el lopezobradorismo la mayoría calificada en San Lázaro y ya vimos los resultados para las iniciativas presidenciales.
Ese año también Morena ganó 11 de 15 gubernaturas, pero perdió alrededor de 4 por ciento de sus votos, con relación a 2018.
En este 2022 se disputan seis gubernaturas y las cosas no pintan bien en tres. Aun así, puede ganar cinco.
Todo, a pesar de que Morena va sin timón, sin capitán y navega al pairo.
@Alvaro_Rmz_V