Una elección sin guerra de lodo para, ni desde, Casa Aguayo

Una elección sin guerra de lodo para, ni desde, Casa Aguayo
Alvaro Ramírez
Piso 17

Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco 

La concupiscencia de Mario Plutarco Marín Torres, la corrupción de su gabinete y, por supuesto y en primer lugar, el caso Lydia Cacho, integraron en las elecciones que ocurrieron durante su sexenio, que en ese tiempo no eran concurrentes federal y local, el nutrido parque de petardos y misiles que tuvo la oposición para descalificar, con sobrada razón, al entonces régimen priista en el poder.

En los gobiernos de Rafael Moreno Valle Rosas (en plural, porque José Antonio Gali fue su empleado), el debate giró alrededor de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos, la inseguridad, el “huachicol”, la enorme deuda, el sistema corrupto que él encabezó, las obras faraónicas inservibles y, luego también, el asesinato del niño de Chalchihuapan.

Desde hace 15 años, en el eje de la discusión social, política y jurídica, en Puebla, antes, durante y después de las elecciones, están el gobernador y la administración en turno, con referencias negativas y perjudiciales para los poblanos, porque así lo fueron.

Hoy, por fin no es el caso. La cita con las urnas del próximo 6 de junio, ni por asomo tiene como protagonista al Gobierno del Estado, a alguno de sus actos, por negativo, o a alguno de sus integrantes, por perjudicial, como sí ocurrió en el marinismo y el morenovallismo.

Las diferencias de apreciación sobre las acciones de la actual administración no trascienden, realmente a lo anecdótico.

Con la excepción de un par de voces y plumas, que ven con obsesión personal todo lo que hace Casa Aguayo, sede de la administración estatal, no hay un movimiento que pida cuentas, reproche delitos o adjudique responsabilidades. No las hay, en realidad.

Están actores políticos, como la impugnada aspirante Claudia Rivera Vivanco y Alejandro Armenta, quienes han supuesto que una guerra contra el gobernador Miguel Barbosa Huerta les dará importancia e impulso a sus carreras, por encima del cumplimiento cabal de sus encargos, como alcaldesa capitalina, la primera, y como senador de la República, el segundo.

En medio de la pandemia, la administración barbosista ha resultado eficiente; se le reconoce incluso desde Palacio Nacional, que no brilla por su generosidad en eso de aplaudir a los gobiernos estatales.

Los cambios en el gabinete son otro argumento de los detractores. Pero hay otra forma más contundente de verlos: no se tolera la corrupción y la ineficiencia, al menos así ha quedado claro con los relevos de Vanessa Barahona, el “príncipe” -así se ve él- David Méndez y “el profe” Guillermo Aréchiga.

Un puñado, cada vez más solo, busca todavía traer a colación los temas anecdóticos, pero ya no impactan en la opinión pública.

Otros buscan crear una falsa narrativa de una mala relación con el presidente, pero Andrés Manuel está muy seguido en Puebla, siempre acompañado de Barbosa. Hasta a su pueblo natal ha ido.

Qué decir de aquellos que propalaban que tenía mala salud. Él ahí sigue, todos los días y en todas las actividades.

Hoy, ni Barbosa ni su administración son argumento de debate electoral. Así se esperaría que sean las administraciones, en todos los niveles. Eso es también semilla y flor de democracia.

 

@Alvaro_Rmz_V