Piso 17 por Álvaro Ramírez Velasco
Como grupo político de Morena, el vivanquismo, que encabezan mamá Ema Eloísa Vivanco Esquide, e hija Claudia Rivera Vivanco, candidata a la reelección en la alcaldía capitalina, ha dado muestra definitiva de su minúscula influencia y su manifiesta debilidad.
Muy lejos de la posición que presumía, como supuesto “factor de decisión” de las elecciones de 2021, ese clan apenas pudo conseguir tres posiciones al Congreso local, un abanderado a la Cámara de Diputados y la candidatura de Claudia a la alcaldía, ruta en la que está 15 puntos debajo del panista Eduardo Rivera Pérez.
Encima, esa desorbitada tribu, que se veía despachando en Casa Aguayo en 2024, terminó entregada y como subordinada del senador Alejandro Armenta Mier y, en consecuencia, de su jefe Ricardo Monreal Ávila.
Precisamente por ello, su principal madrina con influencia real en el país, la presidenta del Consejo Nacional de Morena, Bertha Elena Luján Uranga, ha desterrado de sus afectos al vivanquismo; lo ha dejado a su suerte y con un severo malestar por sus “traiciones”.
Su última referencia fue una felicitación fría y casi despersonalizada en Twitter a Claudia, el 27 de marzo, por su candidatura: “celebro que mujeres jóvenes sigan representando con dignidad la cuarta transformación…”
Los vivanquistas han quedado ahora huérfanos.
La historia no tiene pierde y viene de la voz de uno de los poblanos que tiene derecho de picaporte en la oficina de Luján, aquella de vetustos muebles de sólida madera, que está en Calzada Santa Anita, en la Colonia Viaducto Piedad, de la Ciudad de México.
Bertha fue siempre respaldo para el clan Vivanco. Apoyó a Claudia en sus artificiales e irreflexivas disputas contra sus correligionarios.
Impulsó a mamá Eloísa para que llegara a la presidencia de la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia (CNHJ), un cargo que, por méritos propios, jamás hubiera alcanzado, asegura la fuente.
En un acto público de respaldo, Bertha vino a Puebla al Segundo Informe de Claudia, el 12 de octubre de 2020. Pero ahí, por obviedad y porque tampoco puede entregar en una declaración su prestigio, en complacencia al clan poblano, dijo claramente que Claudia debía considerar su nivel de aprobación entre los ciudadanos, para pensar en la reelección. Por supuesto, eso no ocurrió.
El clan selló con Bertha el compromiso de la hija obtuviera la candidatura y sus integrantes se comprometieron a apoyar localmente a los candidatos de Luján a diputados federales, locales y alcaldías. Lo primero sí ocurrió, lo segundo nunca.
Los vivanquistas consiguieron que Claudia sea la candidata, pero el clan les dio la espalda a los candidatos de Bertha por todo el estado. La razón: ya se había entregado a Armenta.
Tardó algunas semanas en llegar la información completa a Bertha. Ahora lo sabe bien. Las formas se mantendrán, “porque la señora es una dama”, dice la fuente, pero se acabó la alianza con las Vivanco, a quienes, en esa oficina de muebles de sólida madera, ahora ven como traidoras.
@Alvaro_Rmz_V