Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
Más de 20 años después, Miguel Barbosa Huerta y Eduardo Rivera Pérez han vuelto a encontrarse, igual desde trincheras distintas, pero con el mismo encargo de comportarse, de nuevo, como políticos profesionales, para llegar a acuerdos.
Juntos han andado tareas delicadas, en el pasado. Hoy, desde la cohabitación política en los gobiernos estatal y municipal, la expectativa es alta, pero también el margen de garantía, por sus trayectorias, es suficiente.
Coincidieron y trabajaron en la LVIII Legislatura de la Cámara de Diputados (2000-2003) del Congreso de la Unión, en donde además de colegas de ejercicio fueron compañeros en la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales.
Aquélla sacó adelante la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental (hoy con un nombre distinto), que por primera vez garantizaba ese derecho que, en ese entonces, antes del arranque del primer sexenio de la alternancia, el de Vicente Fox Quesada (200-2006), era impensable.
Para la versión final de esa norma, fue eje una iniciativa que presentó el hoy gobernador de Puebla, entonces secretario de la Comisión, quien, por cierto, entonces tuvo el récord de propuestas y participaciones desde la tribuna de San Lázaro, con más de 120, a lo largo de los tres años.
Rivera Pérez, quien era el coordinador de la bancada más grande de poblanos que había tenido en su historia el Partido Acción Nacional (PAN), en tanto, llevó a esa comisión y luego a su aval en el pleno camaral, la propuesta de establecer el Reconocimiento al Mérito de Protección Civil en nuestro país, que prevalece.
Este martes, el gobernador y el virtual alcalde electo de Puebla capital se encontraron de nuevo en persona.
Muchas veces han coincidido a lo largo de estos casi 21 años, pero esta ocasión hubo un periodo de más de dos años, desde la última vez que se encontraron, cuando en las campañas de 2018 se saludaron en los pasillos de la sede de un medio de comunicación.
Cuidadosos de las formas, concretaron este encuentro en Casa Aguayo, sede del Poder Ejecutivo estatal, y sólo después de que la candidata perdedora, Claudia Rivera Vivanco, ha reconocido el triunfo abrumador, de más de 20 puntos, de Eduardo.
Ante los medios, luego de la reunión privada, el mandatario estatal y el próximo presidente municipal se hablaron de tú.
Como en los viejos tiempos, seguramente hubo sonrisas francas y camaradería, junto con rostros de franca simpatía, que no se pudieron distinguir del todo por los cubrebocas que demandan los tiempos de la pandemia.
Solían decir los reporteros de la vieja guardia del Palacio Legislativo de San Lázaro, aquellos curtidos en la vigilia y cacería constante de la nota dura, de los acuñados antes de las tecnologías de la inmediatez y la estulticia de las notas falsas en las redes sociales, que “todo, tarde o temprano, pasa por la Cámara de Diputados”.
Efectivamente, aquella LVIII Legislatura, cada quien, desde su bancada, uno en el PRD y otro en el grupo panista, coincidieron y trabajaron.
Hoy, Miguel es gobernador y Eduardo comenzará una nueva administración municipal, el próximo 15 de octubre.
La expectativa es alta, pero también se otea un horizonte generoso.
De la estridencia de la irracional beligerancia del vivanquismo no habrá ya ni siquiera ecos. La improvisación, ojalá, se convertirá en cosa del pasado.
Es previsible que el profesionalismo se imponga. Que el oficio prevalezca; es su obligación que así suceda.
Que el trabajo que ya antes han podido sacar adelante estos dos políticos, de nivel en importancia y en calidad, se reedite ahora en la cohabitación de sus gobiernos.
Puebla despierta de la tormenta.
Es la Puebla que escampa.
@Alvaro_Rmz_V