Lunes, 17 Junio 2024 22:25

Homofobia a la macha

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Machomenos escribe Israel León O’Farrill

Palabras clave: machismo, homofobia, LGTBIQ+, avances, retrocesos

¿Fue justa la manifestación del líder sindical de los trabajadores del INFONAVIT al destruir junto con sus compañeros la bandera arcoíris que adornaba la fachada del edificio en conmemoración del mes LGTBIQ+? Bueno, para muchos machirrines, hombres y mujeres, claro que sí. Los más apegados a la religión, sin importar cuál sea, se quejan de que eso es una imposición, es decir, no sólo con esa bandera sino con todo lo relacionado con la comunidad es, según estas personas, “obligado” tanto para ellos, como para las y los niños. En este caso, saltó a la cancha su fervor homofóbico disfrazado de nacionalismo trasnochado pues mostraban orgullosos la bandera mexicana, que es la “única que debe ondear en cualquier asta”. La “ideología de género”, por citar el concepto que utilizan para calificar todos aquellos mensajes y conceptos que impliquen la inclusión, siguiendo estos argumentos, “impregna” el mundo de hoy con su “perversidad”. Vaya, como si aquel cura pederasta no vulnerara niños varones, aunque su ministerio fuera perfecto; o como si los apóstoles de la Luz del Mundo no violentaran a nadie con los abusos sexuales cometidos, no; simplemente los estaban “bendiciendo”. Perversidades tiene el mundo por todos lados, pero siento decirle a todos los machirrines y machirrinas que pueblan el orbe, que el amplio espectro que engloban las siglas LGTBIQ+, no forma parte de ellas.

Coincido plenamente con el título del artículo de opinión de Carmen Morán Breña, “Decir machismo es decir homofobia”, publicado en El País en junio de 2023. En efecto, quien “se aferra a un modelo de mujer tutelada -nos dice Morán-, frágil, infantilizada, sin voz ni voto, también desea un hombre amarrado a estereotipos castrantes, el proveedor de la familia, el que no llora, el que no puede aportar ni un gramo de sensibilidad a la sociedad, el que no debe vestirse de rosa ni mucho menos compartir su cama con otro hombre. Hombres muy machos, mujeres muy femeninas, por resumir el mundo de roles encorsetado y anacrónico que todavía nos hacen tragar”. Y, por supuesto, eso descarta de inmediato todo lo que integran las siglas… Bueno, quizá la mujer gay, la lesbiana no tanto, pues de eso está plagadas las páginas picosas en la red, de sexo entre mujeres o de tríos (de dos mujeres con un varón). Claro, todo eso en la vida privada, en sus deseos y hasta en sus incursiones a antros donde se da sexo en vivo; en público, por el contrario, pugnan por lo heteronormado, que es lo único aceptable. El machismo exige que se respete el modelo “normal” de varón que es el heterosexual, con todo y sus valores y antivalores; pero también exige insultar, denostar, perseguir y hasta violentar a quien se manifieste homosexual, bisexual, asexual -que para muchos cae en la misma idea de la homosexualidad- y el largo etcétera genérico de hoy. Si no lo haces, es que a lo mejor formas parte de ellos.

Hay miles y miles de páginas en estudios, artículos, notas, reportajes, libros, folletos e infografías hablando de la diversidad; igualmente, horas y horas en materiales audio y audiovisuales de diverso cuño cuyo tema central abarca la homosexualidad en su mayoría. Y, pese a que podemos hablar de que mucho se ha ganado, también hay que decir que todavía falta un largo trecho para que las fobias y la discriminación dejen de ser la tónica con la que establecemos nuestras relaciones. Por ejemplo, cuántas personas de nuestros círculos familiares y de amigos celebran en voz en alta el que, en su familia, ningún hijo, sobrino, nieto, primo, hermano, les haya salido gay, sin siquiera cuestionarse si alguna de esas personas lo es y está sufriendo por no poder manifestarse gracias en parte precisamente a esos comentarios. Hace muchos años, algunos de mis amigos salieron del clóset y ello me llevó a diferentes reflexiones. Primero que nada, mientras a mí no me “tiraran la onda”, pensé, no había problema; por otro lado, a uno que se declaró bisexual, le dije el consabido “todo está bien, pero creo que debes definirte”; recientemente me puse a pensar qué tanto es que veo a la persona por el simple hecho de que existe y no de que sea mujer, varón, homosexual, bisexual y, francamente lo hacemos poco, siempre media un juicio a priori frente al otro, otra, otre; pero también me puse a cavilar en mi relación con las personas en general y lo mucho que las ofendemos, sin razonarlo, con chistes aparentemente inofensivos en grupos de guats, con comentarios fuera de lugar en fiestas, reuniones, en el trabajo, en la escuela. Siempre están la tía, el tío, el amigo, la compañera y un largo etcétera, que lanzan una frase o un meme homofóbico sin pensar si en el entorno hay alguien de la comunidad o si a alguno de nosotros eso ya no nos parece simpático. En fin, son esas pequeñas cosas, continuadas, cotidianas, las que impiden que quien se encuentre viviendo un sistema distinto de vida, pueda hacerlo con plenitud, aunque las otras, las grandes, las violentas, son las que, con tubo, nos hacen ver que claramente hemos cambiado poco.

Morán se pregunta en su artículo sobre estas pequeñas cosas, que terminan siendo muy grandes: “¿Cuántas de esas personas que se manifiestan ese día – el del orgullo- en alguna de las grandes capitales de México, bien resguardadas entre los amigos y la multitud, siguen escondiendo su orientación sexual a diario en su pueblo, en su comunidad? ¿Cuántos siguen soportando el chiste del jefe, del padre o del colega maldiciendo por dentro? ¿Cuántos aún celebran con orgullo mientras bajan la cabeza el resto del año?” Yo sumo a esas preguntas otras más: ¿puede concebirse a un homosexual conservador, católico, provida, panista? Claro, conozco a varios que, quizá llevados por una fútil idea del deber ser, del estatus, o de su construcción ideológica, olviden deliberadamente que esos grupos los han perseguido sistemáticamente. No olvidemos quiénes votan en contra de iniciativas para legalizar el matrimonio igualitario, la adopción o el derecho a decidir. Hay morenos, priístas e incluso algunos perredistas en esta fauna; pero panistas, son prácticamente todos. Por otro lado, ¿es posible que el machismo se encuentre en la población LGTBIQ+? Por supuesto que sí, después de todo, como lo he dicho, todos estamos trazados por el patriarcado y, nos demos cuenta o no, seguimos repitiendo muchos de sus esquemas. Finalmente, pregunto a los machirrines y machirrinas que han llegado hasta aquí, ¿qué es lo que tanto miedo les causa de la aceptación de esa diversidad?, ¿acaso que si lo hacen podrían convertirse en eso que tanto odian? Seguro piensan que se está violando una ley natural, divina o yo qué sé, pero callan descaradamente cuando en el seno de iglesias y familias se violentan otras. En fin, mucho que discutir, mucho que decir. Pero, guste o no, como afirma Morán, “decir machismo es decir homofobia”.

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