No reelección

No reelección
Alvaro Ramírez
Piso 17

Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco 

La propuesta de Claudia Sheinbaum Pardo, enunciada en su arranque de campaña, para revertir la reforma de 2014, que permite la elección consecutiva municipal y legislativa –o reelección como se conoce popularmente- tiene metas simbólicas, busca la eficiencia parlamentaria, la justa ruta hacia los relevos políticos, pero también es un retroceso, al menos respecto de los ayuntamientos.

Me explico:

Simbolismo: en su discurso ante miles de simpatizantes en el Zócalo de la Ciudad de México, la candidata presidencial citó la máxima revolucionaria de “sufragio efectivo no reelección”, un postulado ideológico que se inculca a los mexicanos desde las aulas y que enarboló la lucha revolucionaria de 1910, en condiciones muy distintas de las que hoy tiene el país.

El levantamiento en armas de aquella época buscaba condiciones más justas, luego de una dictadura de 30 años, encabezada por José de la Cruz Porfirio Díaz Mori. El porfiriato abarcó de 1877 a 1880 y de 1884 a 1911.

La “No reelección” como meta revolucionaria se refería en específico a la Presidencia de la República, pero se aplicó luego a todos los cargos de representación popular.

La propuesta de la abanderada de la coalición Sigamos Haciendo Historia (Morena, PT y PVEM) es, por ello, simbólica e ideológica, en sintonía con la Revolución Mexicana -la “tercera transformación”-, que además en su esencia fue un movimiento de izquierda, como el que ahora llamamos lopezobradorismo o se autodenomina Cuarta Transformación (4T).

Eficiencia parlamentaria: un siglo después de la Revolución llegó la reforma constitucional de 2014, que impulsaron principalmente PRI y PAN –este último partido siempre tuvo el tema en su agenda política-, con la que se permitió la reelección legislativa, de diputados locales y federales y senadores, así como de las planillas de los ayuntamientos, el alcalde o alcaldesa y los regidores.

Se aplicó por primera vez en la elección de 2021.

El principal argumento fue la eficiencia de los ayuntamientos y del parlamento mexicano.

Sin embargo, efectivamente, como dijo Claudia Sheinbaum, en el caso de los legisladores federales y locales no ha dado los resultados anhelados. Los diputados, locales y federales, en su contundente mayoría, no se han vuelto más eficientes y la Cámara Baja no se ha profesionalizado, como se esperaba.

Sigue siendo un puñado de los 500 integrantes el que maneja y decide y no hay mayor gestión en los distritos que representan los 300 diputados y diputadas federales de mayoría relativa.

Para los senadores, por primera vez aplicará en este 2024.

El tema de los municipios es distinto, pues un periodo de 3 años no daba tiempo a las administraciones para concretar sus proyectos. En algunos casos, la elección consecutiva ha dado buenos resultados y en muchos más no.

Es en los casos municipalistas exitosos, en que esta propuesta de la candidata presidencial del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) puede verse como regresiva.

Lamentablemente, y hay que reconocerlo, la reelección se ha convertido en un anhelo de proyectos personales y no en mejoras a esos cargos en el concierto del Estado Mexicano.

Relevo político: precisamente por esto último, y ahí tiene toda la razón Sheinbaum, quitar la reelección dará oportunidad a la participación política y al relevo de las personas en esos cargos. Hay un elemento de justicia política y apertura democrática, por supuesto.

Esta iniciativa de la candidata presidencial morenista –que presentó con otros 99- tiene la meta de implementarse hasta la elección de 2030, cuando se elija también al próximo presidente que sea el sucesor o sucesora de ella.

Para concretar, entonces, esta reforma constitucional que revierta la de 2014, requieren ella y sus partidos aliados obtener la mayoría calificada compuesta desde este proceso, porque es obvio que la oposición rechazará quitar la reelección.

Con sus aristas y sus beneficios, la agenda legislativa de Sheinbaum se perfila audaz, agresiva para los opositores y contundente para el sistema político-electoral mexicano.

Es aquí cuando más sentido toma esa meta de lograr arriba de 60 por ciento de la votación el próximo 2 de junio.

Es una condición indispensable.