Palabras clave: machismo, violencia, redes, Italia, delito
Hace unos días observé un video en un perfil dedicado al género donde una mujer analizaba la frase a la que recurren muchos hombres para deslindarse de las prácticas machas del mundo: “no todos los hombres somos iguales”. La mujer, a regañadientes, reconocía que eso era parcialmente verdadero, pero apuntaba categóricamente: “sin embargo, 32 mil hombres sí eran iguales al compartir en un grupo de Facebook imágenes de mujeres sin su consentimiento”. En efecto, en Italia la red social eliminó un grupo donde tal cantidad de hombres compartían imágenes y videos de sus esposas, exesposas, novias, exnovias, hermanas, tías, primas y cuanta fémina se encontraron. Como señala en su nota Reporte Índigo, el cierre del grupo vino después de la denuncia que realizara la escritora Carolina Capria: “Me han informado de un grupo de Facebook con 32 mil usuarios en el que algunos de sus miembros intercambian fotos íntimas de sus propias mujeres para comentar su aspecto y dar voz a sus fantasías sexuales. Mujeres que a menudo no saben que son fotografiadas para ser sometidas a una violación virtual”. Al conocer esta información, de inmediato pensé en realizar esta entrega; sin embargo, también dudé en hacerlo pues ya había hablado con antelación del tema en una columna titulada “Deepfake”. Al final me decidí a retomar el tema pues es preocupante que algo así siga existiendo, es decir, no es que sea una moda pasajera de la que se hablará en algún momento y caerá en el olvido si no que, al parecer, es algo que sigue presente.
Podemos señalar algunas preguntas que surgen de semejantes noticias. Primero que nada, ¿qué motiva que alguien decida compartir con otros, imágenes de sus parejas, exparejas o familiares? La respuesta clara es el patriarcado que ha colocado roles a hombres y mujeres en este mundo. Las mujeres, consdieradas objetos y los hombres asumiendo el rol de “conquistadores, poderosos, depredadores, violentadores”. El hecho de que existan grupos como este reafirma esta mezcla perversa. No hay que dejar de lado las similitudes entre el grupo de Italia y el de la francesa Pelicot, violentada por su marido por años sin que ella supiera pues siempre sucedió mientras ella era estaba anestesiada. En este caso, las mujeres que figuran en las imágenes y los videos compartidos nunca dieron su consentimiento para ello. Lo peor del asunto es que Meta, dueña de la red social, se vio obligada a cerrar el grupo hasta que las presiones por parte de organizaciones y de usuarios fueron suficientes.
Por otro lado, el caso me hizo preguntarme si este tipo de acciones han existido siempre. Por supuesto que la descripción de una experiencia sexual entre amigos, con independencia de que el nombre de la involucrada quedara “manchado” por la narración y de las consabidas exageraciones del narrador, es ya un clásico entre hombres de todas las edades. Pero pensar que existiera un grupo como este de manera presencial, donde machos patéticos compartieran experiencias, imágenes y videos, me resulta más difícil de concebir. Claro, el tráfico de personas para su explotación sexual, con todas sus expresiones, es una dolorosa realidad desde hace siglos. Sin embargo, aquí se trata de compartir imágenes y videos en grupos de Facebook, Telegram, WhatsApp y las aplicaciones que se acumulen, de manera hiper masiva. Por tanto, lo que vemos es que el patriarcado y el machismo extienden inexorablemente sus detestables mañas provocando que se perpetúen generación tras generación. Esto quiere decir que se actualizan los formatos y las plataformas, pero la cosificación, abuso y violencias se mantienen incólumes.
Otro punto para analizar es la forma en que desarrollamos nuestras relaciones personales, que más que significar una alegre unión, para muchas y muchos significa establecer relaciones de poder y posesión. Por tanto, es como si estos patanes compartieran imágenes de su coche o de su motocicleta. Además, como se piensa que es una posesión, cuando deja de serlo porque hubo una separación, sin importar si fue tersa o compleja, se sienten con todo el derecho de compartir esas intimidades para “castigar y desprestigiar” a parejas y familiares. El poseer es una de las manifestaciones más nefastas del Patriarcado que se extiende tanto a lo social como a la pareja. Se poseen lo mismo propiedades, artefactos, que personas y se conquistan territorios al igual que mujeres. En nuestro país existe ya una legislación (Olimpia) que castiga este tipo de prácticas virtuales; sin embargo, no siempre está tan clara o se encuentra tan actualizada pues los perpetradores encuentran nuevas maneras de delinquir; además, es necesario enfatizar la necesidad de que quien imparta la justicia esté capacitada o capacitado en materia de género. En fin, preocupa y mucho que estos vicios sigan existiendo y que, generación tras generación, lo único que hacen es actualizarse.