Cartas desde París escribe Rosa María Lechuga
El 16 de abril de 2019 a las 8:30 de la mañana estaba frente a las cenizas de una parte de la Catedral de Nuestra Señora de París.
El olor a tristeza, a frustración, a impotencia, a dolor, a injusticia se percibía en la plaza “Nuestra Señora de Paris-Juan Pablo II”.
Incrédula de ver el escenario dantesco, sobre todo porque un día antes del incendio festejaba mi cumpleaños a la orilla del rio Sena, al lado de Nôtre Dame.
Vi pasar 2063 días de reconstrucción.
Recibí solicitudes de mano de obra especializada para restaurar piedras, vitrales, telas, madera, mosaicos con aptitudes en costura, pintura, carpintería, ebanistería, piedra tallada, herrajes, fundición, etc.… del siglo XII, XIII y XIV.
Un equipo con las aptitudes profesionales venidos de todos los rincones de Francia y del mundo lograron lo imposible: reconstruir en tiempo récord la catedral más famosa de todos los tiempos. Canteros, arqueólogos, caldereros de todas las nacionalidades, se dieron cita en Ile de la cité.
Durante 2063 días presencié largas jornadas de trabajo, la instalación del “chantier” donde miles de trabajadores llegaban para planear sus actividades, evaluar avances, rediseñar trabajos, la relocalización de las misas a la Iglesia de Saint Germain de l’Auxerrois, las visitas de turistas adaptadas a la “nueva zona”, la recepción de piezas que se restauraron en otros talleres.
Los rostros de cada uno de los “héroes” de una nación que intervinieron en la magna reconstrucción, se fueron exhibiendo a lo largo y ancho de los muros que rodearon a la Iglesia, durante los trabajos. Un reconocimiento en tiempo y forma.
Y aunque muchos vaticinaron una transformación, lo cierto es que desde el inicio el comité responsable de la conservación y de la restauración de la catedral, se opusieron a cualquier alteración al diseño original.
Y en realidad nada cambió en estos largos días.
Al contrario.
La fe se exacerbó.
¿Un ejemplo? Quienes intervinieron buscaron los medios para venir y rescatar el monumento por cantidades inferiores a su trabajo tan minucioso y preciado. En boca de ellos: el orgullo de reconstruir Nôtre Dame no tiene precio.
Su nombre ha quedado grabado para siempre en los archivos de la nación francesa.
O los bomberos que arriesgaron su vida ese fatídico 15 de abril. Fueron ovacionados en la iglesia que ellos vieron derrumbar una parte, este 7 de diciembre de 2024 por todos los presentes.
Sus nombres, también ya forman parte de la historia de Francia.
Los 846 millones de euros sólo es una cantidad que se monetiza.
Lo que se invirtió en fe, esperanza, disciplina, amor, dedicación, estudio, análisis, no se puede calcular su precio.
No era para menos en una Iglesia que ha visto pasar la Revolución francesa, otra en 1830 y en 1848, 2 guerras mundiales, una pandemia y su propia reconstrucción.
Nôtre Dame de Paris, una fe restaurada pero no perdida.
Un renacimiento desde el caos, de las cenizas, de la esperanza, de la compasión, de la fraternidad y de la alegría.
Ya lo dijo Víctor Hugo en su novela “Nôtre Dame de Paris”, donde el tema central es el triunfo del bien sobre el mal, pero sobre todo la pureza del amor.
Nôtre Dame de Paris, la revancha de Dios.
Numeralia de la reconstrucción:
2,000 obreros
1,300 robles seleccionados de varios bosques franceses
9,500 horas de trabajo para tratar los robles
848 millones de euros
340 000 donadores
1,000 m3 de roca calcaría tratadas químicamente para corresponder a la edad geológica “luteciana”
8,000 tubos del órgano desmontados, limpiados y montados
2,700 tablas de plomo
2 tumbas encontradas de Antoine de la Porte y de Joachim du Bellay
1,000 horas de trabajo para la aguja
42,000 m2 de muros limpiados
@laituecita