Columna invitada de Ricardo Martínez Martínez
“¿Qué pasa si en una Argentina corroída por más de una década de crisis económica y política, golpeada por una pandemia que dejó 130 mil muertos, agotada por años de inflación y de inseguridad, enojada por vivir siempre con la soga al cuello, alguien empieza a decir que la culpa de todo es de quienes la manejan y la manejaron? ¿Qué pasa si ese discurso incendiario, que está quemando también otras latitudes, prende? ¿Qué pasa si en un país inestable aparece un líder inestable?”
¿Qué pasa si ese líder llega a la presidencia?
Estas son las preguntas que se hace el investigador Juan Luis González, en su libro de reciente publicación titulado El loco: La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina. Obra que ahora sacamos a colación, a propósito de la asistencia de Javier Milei, en calidad de ponente, a un Congreso en México la próxima semana y los efectos diplomáticos y políticos que esto tiene para nuestro país.
Cabe decirlo, no es la primera vez que este tipo de eventos y ponentes se realizan en nuestro país. La libertad de expresión es un elemento fundamental de las democracias, pero también debe ser puesta en el marco de que tratamos visiones y proyectos internacionales de derecha y de izquierda, progresistas o conservadores; globalistas o regionales.
El arribo de Javier Milei a México para participar en un congreso ha reavivado el debate sobre la importancia de la libertad de expresión y la necesidad de proteger este derecho fundamental en toda democracia. En el contexto actual, donde las ideologías políticas a menudo polarizan a la sociedad, es crucial recordar las palabras atribuidas a Voltaire: "Puedo no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo". Esta frase subraya la esencia de la libertad de expresión: el derecho a expresar ideas, incluso aquellas con las que otros no están de acuerdo.
En una democracia saludable, el debate y la confrontación de ideas son indispensables. La libertad de expresión permite que las distintas voces se escuchen, se discutan y se sometan a la crítica pública, fortaleciendo así el tejido democrático. Sin embargo, este derecho debe ejercerse con responsabilidad y respeto, centrándose en los argumentos y no en los ataques personales. Como se menciona en otra máxima importante, "Se deben atacar los argumentos, no a las personas". Este enfoque permite un debate más constructivo y menos polarizador, donde se pueden examinar las ideas en su mérito y no desacreditar a quienes las proponen.
La visita de Javier Milei a México no ha pasado desapercibida para las máximas autoridades del país. El presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, abordó el tema durante una de sus conferencias matutinas, subrayando la importancia de las libertades en México: “En nuestro país hay libertades; puede venir cualquier persona, presidente, dirigente de oposición, representante de bloques de derecha. Este es un país libre, no hay censura, persecución; hay libertades plenas”. Esta declaración refleja el compromiso del mandatario con la libertad de expresión, incluso cuando no coincide con las ideas de los invitados, como es el caso de Milei.
Por su parte, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, también expresó su postura sobre la visita de Milei, dejando claro que no se reunirá con el presidente argentino. Sheinbaum comentó: “Él viene a un evento de una organización internacional de personas que pertenecen a bloques conservadores en sus países. No viene a una visita oficial con el presidente de la república o con la presidenta electa; él viene a esa reunión y tiene todo el derecho de hacerlo”. Con estas palabras, Sheinbaum reafirma el derecho de Milei a asistir al evento, mientras delimita claramente el carácter no oficial de su visita.
La presencia de Javier Milei en eventos internacionales como la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) en México también nos lleva a reflexionar sobre la relación entre el poder económico y el poder político. Milei, quien se autodenomina como el primer presidente anarco-capitalista, aboga por un modelo donde el Estado tenga una mínima intervención en la economía, dejando que el capital privado resuelva los problemas públicos. Esta visión ha captado la atención de sectores que ven en la reducción del Estado una solución a las crisis actuales, pero también ha generado preocupación por las posibles implicaciones para la equidad y la justicia social.
Arnold Rose, en su obra La estructura del poder, describe cómo el poder económico puede influir en la política a través de diversas estrategias, desde la corrupción hasta la manipulación de la opinión pública. La participación de líderes como Milei en congresos internacionales no es solo un ejercicio de libertad de expresión, sino también una manifestación de cómo el poder económico y las ideologías que lo respaldan pueden moldear las políticas públicas y, en última instancia, las democracias.
En conclusión, la visita de Milei a México pone de relieve la importancia de contar con espacios donde se puedan debatir ideas con libertad y respeto. En un contexto global marcado por la polarización, es vital que las democracias protejan la libertad de expresión y fomenten el diálogo abierto, permitiendo que todas las voces sean escuchadas, incluso aquellas que son incómodas o controvertidas. El verdadero desafío radica en mantener este diálogo en el terreno de los argumentos, evitando la tentación de descalificar o atacar a las personas.
Defender la libertad de expresión no implica respaldar todas las ideas que se expresan, sino garantizar que exista un espacio para que esas ideas puedan ser discutidas y confrontadas. Es en ese crisol donde se forjan las democracias sólidas y resilientes, capaces de enfrentar los desafíos del futuro sin sacrificar los principios fundamentales que las sostienen.
@ricardommz07