Historias de un joven reportero por Gerardo Ruiz
Tradicionalmente, la relación entre el gobernador en turno y el o la alcaldesa de la capital nunca ha sido tersa e, incluso, se ha llegado a volver agresiva y hasta violenta entre ambas partes.
“Uno solo hay uno”, es la frase que se escucha muy a menudo en el círculo rojo al referir que la investidura del gobernador es mucho más grande y fuerte que la del presidente municipal de la Angelópolis a pesar de la influencia y la importancia de esta posición en el tablero político de la entidad.
O dicho de otra forma, el poder no se comparte.
Uno de los rituales mejor empleados por los presidentes en turno es el de enviar a una embajada –de preferencia lo más lejana posible– a las personas de su mismo partido o movimiento que le resultan incómodas.
El destierro disfrazo de exilio dorado.
Sí, el poder se ejerce y no se reparte.
Los últimos tres gobernadores constitucionales en Puebla encontraron en los alcaldes de Puebla a sus enemigos públicos y la persecución que éstos vivieron llegó a puntos más que álgidos.
A pesar de tener al mismo padrino político en la persona de Manuel Bartlett, la relación de Mario Marín y Enrique Doger fue bastante complicada y con varias desavenencias. El exgobernador intentó durante los tres primeros años de su sexenio poner en cintura al exedil capitalino, quien jamás se sublevó ante el oriundo de Nativitas.
Doger aprovechó affaire de Marín con Lydia Cacho para capitalizarlo a su favor y soñar con ser el candidato del PRI en el 2010, pero el exmandatario logró contener al final al corrupto exrector de la BUAP, que al paso de los años se tragó todas sus ofensas en contra del exgobernador y hasta hizo las pases.
Tal vez la peor relación vista hasta ahora entre un gobernador y un alcalde de la capital fue la de Rafael Moreno Valle y Eduardo Rivera, quienes durante el sexenio del fallecido mandatario protagonizaron un duelo bastante elevado de tono y cruento.
Como venganza a no someterse a su perfil tirano, no entregarle el control de su gobierno municipal y no se visto como un verdadero “panista”, Moreno Valle emprendió una larga persecución en contra de Rivera Pérez que trascendió más allá del trienio del exalcalde.
Con todo el poder del estado, de la ASE y del Congreso local, Rafael intentó sin éxito acabar con Lalo, quien logró salir avante de una inhabilitación como servidor público, libre de denuncias penales y del embargo de la casa de su familia.
El rostro de un dictadorzuelo jamás quedó tan expuesto como el de Moreno Valle en su vendetta contra Eduardo Rivera.
Sin llegar a los niveles del enfrentamiento entre los panistas, el fallecido Miguel Barbosa también tuvo a su propia enemiga que habitaba en el Palacio del Ayuntamiento de Puebla, la exalcaldesa Claudia Rivera.
Muchas historias se han contado ya sobre las causas del rompimiento entre Barbosa Huerta y Rivera Vivanco, pero su violenta relación es otra muestra de la complicada convivencia entre el gobernador en turno y el alcalde o alcaldesa de la ciudad de Puebla.
En estos tres casos existe un común denominador: los alcaldes y alcaldesas intentaron situarse en el mismo escalón que el gobernador en turno.
Buscaron por todas las formas robarle foco al mandatario, correr antes que caminar y proyectarse –sin la venía del Ejecutivo– como el relevo natural.
Insisto, el poder no se comparte.
A unas semanas del inicio de las administraciones municipales y la estatal ha comenzado a surgir una gran interrogante.
¿Cómo será la relación entre Alejandro Armenta y Pepe Chedraui?
Y es que, para nadie es un secreto que el futuro gobernador y el futuro alcalde no son del mismo grupo político ni transitaron de manera estrecha durante el paso de ambos por el Revolucionario Institucional.
Tal vez el único vínculo público y comprobable que una a Armenta Mier con Chedraui Budib es el de Enrique Peña Nieto, pues el primero fue el coordinador de la campaña del expresidente en Puebla; y el segundo fue uno de sus principales enlaces empresariales.
Durante la pasada campaña electoral, Armenta y Chedraui hicieron un gran equipo para reposicionar a Morena en la capital tras el desastroso paso de Claudia Rivera por el Ayuntamiento de la Angelópolis.
A la fecha no se conoce un solo desencuentro entre el gobernador electo y el alcalde electo.
Tampoco es que sean los más cercanos, insisto.
Sin embargo, el equipo que rodea a Pepe Chedraui en nada le está ayudando al colocarlo desde ahora (a un siglo de distancia, como lo describió a la perfección el periodista Arturo Luna) como el sucesor de Alejandro Armenta en el 2030.
Todavía ni rinden protesta ambos y los subordinados del futuro alcalde ya lo ven y lo quieren en el gobierno del estado.
Tremendo despropósito en contra de Alejandro Armenta y flaco favor el que le están haciendo sus cercanos a Pepe Chedraui, quien ha demostrado que sí algo lo distingue es la prudencia política y las correctas formas en el manual del poder.
Pensar en el 2030 cuando aún ni inicia el 2024 me parece un error total.
Así como el gobernador electo puso en orden a los “buscachambas” y a los “adelantados” al vetarlos de su gabinete; el futuro edil capitalino también debería de bloquear desde ahora a las personas que pidieron filtrar esta especie a diferentes medios de comunicación.
Mas vale controlar un dolor de cabeza a tiempo antes de que termine en migraña.
Sí, “uno solo hay uno”.