Entre ruidos y señales escribe Ricardo Martínez Martínez
A semanas de conocerse el triunfo de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, una oleada de testimonios femeninos ha comenzado a inundar las redes sociales.
Mujeres molestas, cansadas de sentir que sus derechos están en juego por la victoria y agenda de Trump han compartido una palabra que, hasta entonces, era desconocida para muchas: 4B. Un movimiento feminista radical, surgido en Corea del Sur, el cual propone renunciar a relaciones, matrimonios y maternidad con hombres como un acto de resistencia al patriarcado.
Lo que comenzó como una respuesta local en Asia se ha transformado, casi de inmediato, en un fenómeno global que ha encontrado eco en las vivencias de mujeres estadounidenses que sienten que Estados Unidos, puede retroceder en las conquistas hasta ahora logradas.
En su origen surcoreano, el movimiento 4B tiene un referente literario poderoso: Kim Ji-young, nacida en 1982, de Cho Nam-joo. Una novela, que se titula así, en alusión al nombre más común entre las mujeres coreanas de su generación y la cual relata, de manera cruda y melancólica, la vida de una mujer promedio que lucha contra una sociedad que constantemente pone barreras a sus aspiraciones. La novela, no solo se convirtió en un éxito editorial en su país, sino también en un símbolo de las desigualdades estructurales, inspirando reformas legislativas bautizadas como "leyes Kim Ji-young", las cuales se centraron en combatir la discriminación laboral y salarial, llevando la lucha desde el ámbito personal al político.
En México, de acuerdo con datos del INEGI, el nombre más común entre las mujeres es Sofía y el apellido más repetido; Hernández, de ahí que, aunque nuestras coordenadas sean distintas, la esencia de las historias femeninas converge.
Sofía podría ser cualquier mujer mexicana que, al igual que Kim, enfrenta un sistema que la obliga a equilibrar la carga de los cuidados con el deseo de crecer profesionalmente.
De acuerdo con el Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), solo el 46% de las mujeres mexicanas participa en la economía formal, y la brecha salarial coloca a México en el lugar 119 de 146 países.
Estas cifras, son las historias de millones de mujeres que, cada día, enfrentan el dilema de avanzar profesionalmente o dedicar su tiempo a un trabajo no remunerado que la sociedad aún considera “natural”. Y es que, en México, dedican tres veces más tiempo que los hombres a tareas de cuidado, y si a esto le sumamos que los permisos de paternidad son simbólicos, con solo cinco días en comparación con los 84 de maternidad, la corresponsabilidad sigue siendo una promesa lejana.
Las barreras, sin embargo, no son solo económicas o políticas; sino también culturales. En una sociedad, como la mexicana, donde las mujeres son el pilar de los cuidados y donde las narrativas perpetúan roles tradicionales, romper estos esquemas requiere más que voluntad individual; demanda un cambio sistémico y una intervención decidida de todos los actores políticos y sociales relevantes.
En Corea del Sur, las mujeres han desafiado estas estructuras con movimientos como el 4B, que cuestionan directamente las normas patriarcales. En nuestro país, aunque el feminismo ha tomado rutas distintas, las demandas de igualdad salarial, acceso a carreras STEM y sistemas de cuidado más equitativos resuenan con la misma urgencia.
Kim Ji-young y Sofía Hernández son dos caras de la misma moneda. Aunque separadas por océanos y culturas, sus luchas fluyen como ríos que desembocan en el mismo mar: el anhelo de ser vistas, escuchadas y valoradas en un mundo que aún, las ve como secundarias.
En un planeta donde se estima que tomará 134 años cerrar las brechas de género, cada historia y cada acción, cuentan.
Desde políticas públicas que fomenten la corresponsabilidad en el cuidado hasta narrativas que amplifiquen la voz de las mujeres, los cambios comienzan cuando las historias individuales se convierten en movimientos colectivos.
Como lo dice la autora de libro, el cual recomiendo ampliamente sea leído más allá de la coyuntura que nuevamente lo ha popularizado: “Cuando mi hija crezca el mundo debe ser un lugar mejor para vivir. Confío en que sea así y en que mi trabajo consista en tratar de cambiarlo para bien, para que todas las hijas de este mundo puedan lograr un mayor crecimiento, llegar más alto y alcanzar sueños más grandiosos”[1]
Cabe preguntarse: ¿Cuántas Kim Ji-youngs y Sofía Hernández conocemos en nuestras vidas, y qué estamos haciendo para que sus luchas pasen a ser cosa del pasado? Porque Kim y Sofía no son solo nombres; son generaciones enteras que exigen justicia y un lugar digno en la sociedad.
@ricardommz07
[1] Nam-joo, Cho. Kim Ji-young, nacida en 1982 (p. 143). ALFAGUARA.