Historias de un joven reportero por Gerardo Ruiz
“El periodista protagonista es un mal periodista, puede ser un buen actor o un buen presentador, el periodista es un testigo, alguien que cuenta a los demás lo que pasa", decía el histórico periodista José Luis Cebrián.
En otras palabras: el periodista escribe noticas, jamás es la noticia.
Fue en abril de 2017 cuando por primera vez recibí una amenaza real por ejercer el oficio, la cual por la gravedad del asunto, escaló a la FEADLE, de la entonces PGR, la cual catalogó mi caso en semáforo amarillo a tan solo una luz más de ser refugiado en otro estado y obtener las medidas de seguridad más alta para un periodista o defensor de los derechos humanos.
A través de un correo anónimo enviado a diferentes redacciones de medios de comunicación alguien filtró mis datos personales y una amenaza directa de muerte en mi contra por parte del narcotraficante “El Bukanas” con la imagen institucional de la Dirección de Inteligencia de la Secretaría de Seguridad Pública en el gobierno de Tony Gali.
La amenaza vino como represalia a la serie de reportajes que publiqué en la campaña del 2016 en los que revelé la red de corrupción que el entonces candidato del PAN al gobierno de Puebla, creó junto con sus hijos para beneficiar a familiares y amigos con millonarios contratos de obra pública y otras licitaciones amañadas a su paso por la Secretaría de Finanzas y el Ayuntamiento de la capital.
Las fichas que me hicieron no fueron para nada menores, pues contenía fotografías de mi domicilio, placas de mi automóvil, rutas por las que me movía, lugares que frecuentaba e información personal de dos de mis familiares.
Gracias al acompañamiento del Mecanismo de Defensa de Reporteros y Periodistas y a Artículo 19, que me atendieron en todo momento para proceder por las vías legales –jamás mediáticas– logré obtener protección durante tres meses, las cuales consistían en la portación de un botón de pánico, acompañamiento policías 24/7 durante tres meses y un protocolo de escape en caso de un atentado en mi contra.
En Puebla, varios colegas como Fernando Maldonado, Martín Hernández Alcántara y Rodolfo Ruiz, me dieron voz y espacio en sus medios.
A nivel nacional mi caso llegó a Revista Proceso, El Universal y Reforma.
La amenaza que sufrí no fue, es ni será la primera ni la última, pero como periodistas estamos expuestos a este tipo de lamentables actos de acoso, hostigamiento y amedrentamiento.
En el pasado proceso interno de Morena del 2023, Moisés Ignacio Villaverde Mier, mafioso sobrino del aspirante fallido y hoy senador Ignacio Mier, tuvo los arrojos para amenazar, a través de terceros, a los colegas Álvaro Ramírez, Viridiana Lozano y este reportero, por nuestra labor periodistas y por desenmascarar con documentos y datos duros la corrupción del excoordinador legislativo de Morena.
“Que se vayan de Puebla, porque los vamos a encarcelar o desaparecer”, eran los recados que el sobrino de Nachito Mier nos mandaba.
A pesar de lo delicado de esto, jamás nos victimizamos o buscamos reflectores de medios nacionales ni locales.
La más reciente, la cual ya lleva tres años, ha sido por parte de un personaje que hoy es diputado local, quien ha escalado sus amenazas en público y de las cuales han sido testigos otros legisladores y compañeros reporteros, como la que hizo en mi contra durante la toma de protesta de la alcaldesa de San Pedro Cholula.
“Dónde te vea te voy a agarrar de los huevos”, me gritó frente a varios espectadores el ofuscado diputado a quien tuve que denunciar ante la FGR.
Nada de esto lo he llevado al plano mediático, pero sí por las vías legales, porque entiendo que este es el protocolo que se debe de seguir ante este tipo de amenazas y acoso en redes sociales y hasta en mi domicilio, en donde vive mi esposa y mi hijo, del que soy objeto.
Insisto, como periodistas estamos expuestos a este tipo de situaciones, pero no debemos, jamás, bajo ningún escenario, buscar el protagonismo ni “ser la nota”.
Mucho menos cuando se carecen de pruebas para acreditar los dichos.
Esta reflexión viene a colación por la entrevista que el periodista Julio Hernández, “Astillero”, le hizo a la activista Andrea Ortiz, colaboradora de una cuenta de X llamada ContraMáscaras, que se define con un medio de comunicación, pero que carece un sitio oficial para ser un portal de noticias o una estación de radio o televisión por internet, en la que denunció, sin presentar una sola prueba a pesar de contar con las herramientas para hacerlo, unas supuestas amenazas recibidas por “una persona con una foto abrazando al gobernador electo Alejandro Armenta”.
Esta no es la primera vez que un colaborador de dicha cuenta de X hace una denuncia similar, pues Jaime López, de manera sistemática y siempre a dichos, ha sido insistente en que el equipo de comunicación de Alejandro Armenta ha bloqueado su labor periodística y pidió su despido de los medios en los que trabajaba, demanda que escaló, y que fue ignorada, hasta una mañanera del expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Insisto, ambos reporteros jamás han presentado una sola prueba para acreditar sus denuncias.
En el pasado he tenido diferencias, como de manera natural pasa entre la prensa y el poder, con José Tomé, excoordinador de comunicación de Morena y enlace de medios de Alejandro Armenta, de quien jamás recibí una amenaza, ofensa o maltrato, por el contrario y a pesar de ello, siempre encontré en él alguien receptivo, abierto y caballeroso.
Puedo asegurar que Tomé Cabrera, pese a muchas discrepancias y hasta graves ofensas en su contra por parte de algunos colegas y políticos, jamás ha utilizado la censura, el garrote político o ha coartado la libertad de expresión.
Lo mismo sucede con el gobernador electo Alejandro Armenta, quien se ha caracterizado por atender cualquier solicitud de acercamiento hasta de sus más férreos detractores, como lo ha dejado patente en la integración de su gabinete.
Me parece, como reportero, periodista y director de mi propio portal de noticias y tras 12 años de ejercer el oficio, que el camino que están tomando los compañeros de ContraMáscaras es el equivocado.
Todos los que hemos emprendido en medios de comunicación hemos cometido el error de darnos a notar por temas lejanos al periodismo y olvidado la máxima que “el reportero no debe ser la noticia”.
Nunca, jamás, por ningún motivo.
@GerardoRuizInc