Máscaras escribe Jesús Olmos
Había lodo y tierra, no se distinguía ni el lugar por donde andaban las personas, los animales y uno que otro coche que circulaba por esa colonia popular en la capital del estado.
Para llegar ahí, hay que veredear, andar por un cerro y luego bajar por una pendiente bien empinada hasta caer en “El Hoyo”, como le conocen muchos a esa zona recóndita y olvidada.
En esa profundidad, al fondo del barranco, había un pequeño plano donde se hacían los bailes populares y las verbenas que llevaban un poco de alegría a los habitantes de aquella estrecha y alejada demarcación.
Por allá de 1998, el choque del alcalde con el gobernador lo llevó a buscar un nuevo sitio donde celebrar el Grito de Independencia la noche el 15 de septiembre.
Comenzó buscando la zona boscosa de la ciudad, pero en su camino de encontró con diversas trabas de los fieles seguidores del líder político del su estado y de su partidazo.
Luego se fue a la zona alta, desde donde las colonias sin progreso eran como un punto gris en medio del vasto cielo; sin embargo, los colonos se negaron a recibir al pópulo.
Fue ahí cuando a uno de los asesores de aquel munícipe regordete se les ocurrió que el festejo de la noche mexicana se realizara en “El Hoyo”.
La primera dificultad era encontrar un lugar que tuviera las características para la concentración de gente. Se encontró la explanada de los bailes.
Luego, con todo el presupuesto se consiguió que el grupo norteño del momento, amenizará la ceremonia del Grito y con ello, la convocatoria de gente (el tercer punto) estaba garantizada.
Una vez definidos los generales vinieron los pormenores. Se contrató a un carpintero para reproducir con bloques de triplay la fachada de la Alhóndiga de Granaditas. Junto con él, un par de pintores de un centro cultural harían el esfuerzo por llevar a esta zona de la ciudad, un gesto patrio muy digno, lleno de luces y colores, que compitiera, desde un terreno lleno de abandono, con el que se desarrollaba en la zona central de aquella ciudad.
Fueron 4 semanas en las que hubo de todo, lluvia que dejó casi sin acceso el camino, sol que no permitía trabajar, viento que amenazaba con derrumbar las estructuras que se estaban construyendo. Por suerte, el capricho de un par de políticos hicieron que no dejara de fluir el dinero y se aprovechó para mejorarle los accesos y algunas calles, se aplanó el terreno y se le echó una capa de cemento que aún perdura.
Fue un 15 de septiembre como ningún otro, con músicos famosos, con cohetes y pirotecnia, con muchos colores, importante y elegante, para la gente que siempre había estado olvidada.
Decía un abuelo de la comunidad: “es que necesitamos mucho, pero a veces no tanto. Basta con que uno que otro día nos volteen a ver”.
@Olmosarcos_