Máscaras escribe Jesús Olmos
Por una convicción personal, que luego se convertiría en una convicción editorial, en este espacio se ha tratado de dar voz a quienes se encuentren en una posición de desventaja en la relación de poder o en el megáfono informativo.
Así se daba voz a víctimas de violencia, perseguidos políticos u opositores al status quo, organizaciones civiles y a toda aquella queja, cuyo sustento la colocará en una condición de precariedad.
Primero ante el priismo fidelduartista que exterminaba a la prensa insumisa, luego con el morenogallismo que se preciaba de poder adquirir a coste medio cualquier conciencia y finalmente con el peñismo que a golpe y porrazo quería cooptar las narrativas para hacerlas suyas.
Durante muchos años, fueron los grupos de izquierda quienes no solo batallaban por los espacios, sino que se les negaba como parte de un sesgo ideológico, con cierta tendencia fóbica.
Eran vistos como rijosos, demasiado rojos, eran olfateados por sus ideas alocadas, les decían que venían del pasado o que hacían mucho ruido, que poco aportaban al debate y que sus creencias eran siempre minoritarias.
Todo ese mapa cambió a partir del 2018, con triunfó consistente de un liderazgo venido de esta ala del espectro ideológico.
A partir de este momento se les tuvo que dar voz y voto en debates, programas, medios de comunicación, columnas o foros de opinión, y todo aquel rincón en donde fuera requerida su representatividad.
Pero el vuelco sería aún más grande a partir de la segunda mitad del 2024, cuando estas ideas y quienes las representan no solo refrendarán el triunfo, sino que lo llevarán a un escenario de avasallamiento electoral.
Es desde ese momento que más se ha sentido que las reglas del juego han venido a cambiar en la liga entre ganadores y vencidos, entre opresores y oprimidos, aún con la inverosimilitud que guardan los anales de una historia de hace menos de una década.
Es así que ahora vemos en la Cámara de Diputados y en el Senado a los grupos de partidos otrora todopoderosos como el PRI y el PAN, haciendo la lucha por colocar sus posicionamientos en la prensa digital y escrita, pidiendo entrevistas de televisión para equilibrar el dominio de la narrativa oficial, enviando documentos a jefes de información y redacciones para pedir que les hagan eco.
Y por supuesto que, quien se precie de ser medianamente equilibrado en su línea editorial deberá atender todos estos pedidos de reflectores para los agobiados opositores, pero no sin antes recordar que quienes ahora piden megáfono -y hasta se victimizan-, en mucho formaron parte y solaparon regímenes cargados de autoritarismo, autocracia y soberbia.
Muchos de ellos que ahora son diputados o senadores de minoría y de una minúscula oposición, incluso llegaron a pensar que podían controlar la vida de las personas, decidían exilios y salvoconductos.
La gran diferencia es que ahora no hay un teléfono rojo que palomee o cancele a quien sí y a quien no habrá de darse voz en el futuro. Y si eso cambiará, deberá decirse y denunciarse con la misma vehemencia con la que hoy se sigue recordando el pasado ominoso.
Las balanzas han cambiado, no hay derrotas para siempre ni victorias eternas, pero el presente está haciendo pagar a los actuales opositores una purga muy dura, que bien harían en usarla para redimir sus excesos que marcaron para siempre la vida de millones y millones.
@Olmosarcos_
Jesús Olmos