Jesús Olmos escribe Máscaras
Más allá del probable triunfo electoral en la contienda o no, la llamada Cuarta Transformación ya se había alzado con un triunfo ideológico, incluso antes del inicio de las campañas.
Lo positivo y lo criticable de los programas sociales queda al libre albedrío del lector de este espacio de opinión y del votante que acudirá a las urnas el 2 de junio, pero lo cierto es que México se había quedado atrás en materia de apoyos gubernamentales, si se compara lo que existía hasta antes del inicio de este sexenio y lo que ha existido desde mediados del siglo pasado en las potencias de Europa.
En el periodo de definiciones internas, se escuchó a dos de los principales contendientes del ala conservadora decir frases como “Si hay alguien panista de izquierda, soy yo” o “provengo de la liga obrera marxista, soy trotskista de origen”.
Lo anterior, es necesario de resaltar porque hablamos de dos exfuncionarios del gabinete de Vicente Fox, un hombre que durante años opinó también que los programas sociales “son un incentivo para no trabajar, por lo que deberías ser quitados”.
“Su servidora, ha trabajado durante muchos años al lado de los pueblos indígenas, así es que los descalificativos de derechas e izquierdas a mí no me incomodan”, fue la frase con la que Xóchitl Gálvez definía su supuesta ideología orientada a Marx, en ese entonces aún se pronunciaba pro abortista y aunque antes también repudió los programas sociales, ahora los defiende.
Es aquí que es notable que dentro de la agenda que enarbolan los partidos de oposición, orientados hacia la derecha y cuyo proyecto está definido por el neoliberalismo, que la permanencia de los programas sociales, la promesa de no privatizar Pemex ni CFE, de mantener alza en el salario mínimo y de promover una proyecto de país orientado al centro izquierda con agenda feminista, ambientalista y socialdemócrata, ya es un triunfo de la 4T.
Imaginar que algún abanderado propone retirar los programas sociales, sería un suicidio en términos de imagen y una debacle completa en materia electoral.
Los programas sociales, que llegaron al país de la mano del presidente Andrés Manuel López Obrador, tienen una aprobación del 70% en estudios de opinión, e incluso, abusando de la autoridad electoral la abanderada del PRI y el PAN ha propuesto incluso una campaña para usar los programas sociales para promoverse.
“Los que criticaban la política social, cuando estuvimos en el Congreso lo votaban en contra y ahora ya también la defienden y dicen que la van a llevar todavía al cielo y las estrellas, y es un derecho que tiene la gente porque se paga por su dinero”, dijo un morenista de cepa como Gabriel Biestro Medinila sobre la promesa de panistas y priistas sobre los programas sociales.
Habrá que ver todavía, en caso de que Xóchitl Gálvez logre revertir los números, si lo dicho por uno de sus asesores como Macario Schettino, no termina imponiéndose y acaban con la universalidad de estos derechos.
Hace poco en un evento afirmaron que “no toda la gente debería tener pensión” y que habrá que quitar unas, lo que por muy extraño que parezcan no han sido reportadas por los medios nacionales y dejan un halo de duda en tan curioso cambio de rumbo.
La popularidad de los programas sociales, es tentadora y no es fácil dejarla ir, vale incluso décadas de freno en las Cámaras, con sus cabilderos y en la prensa, por conseguir algún tipo de rédito electorero.
@Olmosarcos_