“No se mueve un dedo”

“No se mueve un dedo”
Jesús Olmos
Máscaras

Máscaras escribe Jesús Olmos

Discrecionalidad, uso irregular de los recursos, malversación, desvío y hasta robo, fueron algunas de las conductas constantes que se vivieron en los 26 años que se utilizó el FONDEN, como mecanismo de auxilio ante situaciones de emergencia en el país.

Ese mecanismo plagado de una discrecionalidad bárbara de reglas de operación, se volvió la caja chica de gobernantes en turno, que esperaban los tiempos de lluvias y huracanes para solventar otras áreas mediante el uso irregular de los recursos, hacer cochinitos malversando los fondos, desviando los millones que debían usarse para gestionar las emergencias o simplemente robaban los recursos o víveres para prepararse para las campañas electorales.

De acuerdo con datos del propio Gobierno federal, durante el gobierno de Felipe Calderón se hicieron 561 declaratorias de desastre, un promedio de 94 al año y con un ejercicio poco transparente de 13 mil 550 millones de pesos al año; y en el sexenio de Enrique Peña Nieto aumentó a 754 declaratorias de desastre, un promedio de 126 al año y un ejercicio superior a los 19 mil 400 millones anuales.

“El Fonden hoy no tiene recursos, lo que tiene son deudas, por lo tanto, este fideicomiso no se trata de tomar lo que hay ahí, porque lo que hay son deudas”, explicaba en un video el entonces secretario de Hacienda, Arturo Herrera, ante la inminente extinción del fideicomiso por allá del mes de octubre del 2020.

Ahora que ha comenzado la temporada de lluvias fuertes y que se auguran Tormentas Tropicales y Huracanes intensos que azoten tanto por el golfo como por el pacífico, es necesario tener en cuenta lo que se hizo y se dejó de hacer antes para tomar todas las medidas de prevención.

Cuanto más, por las experiencias pasadas y recientes con huracanes como Stan, Karl, Earl, Grace y recientemente Otis, que han mostrado que cualquier preparación puede ser insuficiente si la fuerza de la naturaleza azota sin clemencia

Afortunadamente, conforme el tiempo pasa, los sistemas de Protección Civil e estados como Quintana Roo y Veracruz, han aprendido la lección y han optado por modernizarse, mecanizarse y automatizarse, sin guardar relación con el gobernante en turno o con el partido que se encuentre en el poder.

Por ejemplo, aún en los tiempos más oscuros del Duartismo en Veracruz, expertos en manejo de fenómenos ciclónicos de Japón, buscaban acercamiento con los encargados de las áreas en aquel estado, para orientarse y aprender a responder mejor y en el menor tiempo a una emergencia natural de este tipo.

Lo mismo ocurría, aún en las horas más dañinas del Borgismo en Quintana Roo, se tejían lazos con las agencias estadunidenses y británicas para permitirles acompañar a las fuerzas de reacción y copiar así los modelos creados a raíz de tales tragedias.

Sin embargo, otros estados como Puebla, no quedaron exentos de la tentación del escaparate político como el que se vivió en la época Morenovallista con Earl y aquella lapidaria frase que ahogaría los gritos de auxilio de miles de pobladores de la Sierra Norte que, hastiados por la muerte y la desolación, tuvieron que esperar largas horas en penumbra porque “no se mueve un dedo sin la autorización del gobernador”.

 

@Olmosacos_

Jesús Olmos