Máscaras escribe Jesús Olmos
Para nadie es un secreto que el aún diputado federal poblano y excandidato a la alcaldía de la capital barrido en la pasada elección, Mario Riestra Piña, disfrutó de las mieles del poder durante el morenovallismo.
Riestra, junto con aquel grupo político todopoderoso que gobernó Puebla desde el 01 de febrero de 2011 hasta el 24 de diciembre de 2018, fue testigo del modo totalitario de Gobierno de que se apropió de todo lo que quiso, por lo buena o por la mala, mientras estuvo.
Bajo el yugo de Rafael Moreno Valle Rosas, Riestra alcanzó una diputación local para el periodo de 2011 a 2014 y se catapultó coordinación del grupo parlamentario del PAN y de ahí a la presidencia de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso del Estado.
Para el 2014, Riestra siguió siendo leal al jefe de la camarilla lo que lo llevó al nombramiento como secretario general del Ayuntamiento del municipio de Puebla, con Tony Gali Fayad, terminando su periodo en 2016.
En adelante y hasta 2019, tuvo a su cargo la comisión de Formación Política del Comité Estatal del PAN, periodo en el que, con el fatídico deceso de su líder, fue otro más de los que pasaron a la orfandad política.
Riestra Piña, con apellidos de “estirpe”, durante ese letargo que hundió en deuda y autoritarismo al estado aprovechó para ver y oír a conveniencia, polémicos acuerdos y hasta posibles abusos a la ley, idas y venidas de nombres y personajes, que le otorgaron ciertos privilegios al lado de otros miembros de su grupo.
No era extraño, por allá de 2016, ver a Mario disfrutar del fútbol en el palco del poder (aquel espacio del Estadio Cuauhtémoc que sirvió durante años para alojar a la crema y nata de la política poblana), donde despachaban las noches de los viernes los gobernadores panistas.
Junto a Javier Lozano y otros tantos nombres de beneficiarios por su lealtad a la cúpula, en más de un par de ocasiones amedrentaron a aficionados de la barra visitante, revestidos en su manto de impunidad y, sobre todo, envalentonados por quien les cuidaba la espalda.
Luego de la elección del 2 de junio, Riestra, parecía finalmente haber encontrado su lugar en la cancha, ante la avasalladora victoria que le propinaron sus adversarios, tendría que pasar un tiempo en la banca para reflexionar, meditar sobre su actuar y la forma tan grotesca en que se lanzó a hacer campaña.
Pero Riestra, no parece estar conforme con el sitio en el que lo colocaron los ciudadanos, hartos de sus apariciones teatrales, de sus acusaciones sin sustento, de sus números fuera de sitio, de sus palabras vacías y de la incongruencia de abrazar a Alito y al PRI, con el grosor de una camiseta azul de distancia.
Ahora, haciendo relucir su perfil poco tolerante y abducido por ideas rancias, saca recursos de la chistera al grito de “¡fraude!”, fuera de tiempo, de forma y de fondo.
Riestra ha llevado su argumentación al terreno del lodo, donde todo lo que escurra ensucie y la administración entrante no tenga el camino libre. Lo anterior, pese a que el voto de una mayoría decidió calificarlo como un pésimo jugador.
@Olmosarcos_