Máscaras escribe Jesús Olmos
Afuera de casa del autor de esta columna solemos poner un traste con agua y otro con alimento para los animales callejeros, principalmente perros (pero también gatos), que abundan en la colonia donde vivimos, muy al sur de la ciudad de Puebla.
En medio de ocupaciones personales y laborales, ha estado ocurriendo algo distinto estos últimos días que bien vale la pena contar.
Son al menos 10 perros los que cohabitan con los vecinos y que forman parte del día a día de las vidas de todos nosotros, aunque hay 3 que todo el mundo reconoce.
Está una pitbull de edad avanzada que muchos le dicen “la gorda”. Está una chaparrita que otros vecinos le dicen “cuchita” y que le gusta acompañar a un señor que tiene una tienda en la esquina. También está el “negrito”, un animalito de avanzada edad que incluso toca a la puerta de los vecinos para que les den pase a sus cocheras.
En esta zona, un traste con agua normalmente sobrevive a la mañana siguiente. Claro que hay que estarla cambiando porque está a la intemperie y se ensucia o le cae algún polvo o suciedad.
También hay veces la gente pasa y se lleva los recipientes de plástico o simplemente los patea y amanecen rotos. Entonces hay que revisarlos y checarlos. Es algo ya cotidiano.
El alimento lo ponemos ya muy cerca de la media noche porque a esa hora siempre hay pequeños grupos que recorren la zona. Suelen ser erráticos y hay veces que se coloca más cerca de la avenida donde es más común que pasen y se lo coman.
Estas últimas semanas alimento y agua no duran. Pasan 5 o 10 minutos y llegan perritos y lo devoran. Nunca son los mismos y comen con mucha ansia. Llevamos varios años haciendo lo mismo y hay un cambio de su comportamiento, más desesperación y urgencia por comer y tomar agua.
No sabemos si tenga que ver la temporada de lluvias o que está sucediendo, pero hemos visto perros en peor estado, más maltratados, flacos y sucios, lo que no era común pues, aunque callejeros, eran de todos y entre los que vivimos por ahí y un mercado que se instala, pues sobreviven.
Ahí es donde debería entrar el Instituto de Bienestar Animal y Secretaría de Medio Ambiente de la ciudad que deberán cerrar su gestión de forma decorosa ante un problema que es grave, del que al igual que sus antecesores son corresponsables.
Lo anterior, porque abundan y abundan historias de horror sobre el maltrato animal, el abandono de animales, la falta de atención a urgencias, los contados rescates y la nula interacción con los colectivos animalistas como cereza del pastel.
Quedará en cancha de las autoridades electas, tanto a nivel municipal, como estatal y federal, le pongan más esfuerzo en atender este tema que no solo es dramático, es urgente, y que requiere más que fotos y poses bonitas.
@Olmosarcos_