Parabolica.mx escribe Fernando Maldonado
El ex edil de la capital, Eduardo Rivera Pérez, comenzó su derrotero como aspirante a la gubernatura bajo las siglas de una coalición partidista en la que lleva la voz cantante su partido, el PAN, con el pie izquierdo.
No por el engañoso discurso del descenso en la percepción de inseguridad cuando se mantuvo al frente de la gestión municipal que choca con los datos reales de la encuesta en la materia que publica el Instituto Nacional de Estadística citada en otra entrega de la columna.
El escollo más notorio, radica en el debilitamiento de las estructuras de cada uno de los partidos que acompañan la aventura de ser gobierno luego de la elección del primero domingo de junio.
A las voces que pueblan la conversación en círculos panistas en el sentido de que Rivera Pérez ha dejado de construir un soporte firme y amplio con perfiles competitivos en municipios clave para atraer el voto arguyendo carecer de dinero para financiar actividades de campaña, se debe observar otro tipo de acontecimientos que corren en paralelo.
Antes de que comiencen las campañas en la búsqueda de simpatías para conquistar mayorías, los llamados operadores habrán advertido del debilitamiento de las estructuras azules, lo que significa padecer el fenómeno llamado “brazos caídos”.
La ausencia de líderes en secciones electorales, colonias y municipios que permitan ejecutar estrategias de movilización el llamado día “D”, más allá de la campaña de aire que se diseñó a través de medios informativos y redes sociales podría ser la constante.
Más allá del pequeño círculo que se encuentra en la cúpula del Partido Acción Nacional que suele replicar los mensajes del aspirante a la gubernatura, tras bambalinas se adolece de líderes locales capaces de hace el trabajo de tierra, indispensable en todo trabajo electoral que se precie.
La problemática no se detiene ahí, porque uno de los impulsores más decididos de las aspiraciones de Rivera Pérez, Néstor Camarillo, desde el Partido Revolucionario Institucional carece de base, fuerza y presencia política.
A la diáspora que protagonizan sus liderazgos como el aún coordinador de los diputados locales, Jorge Estefan Chidiac y la diputada Silvia Tanús, vendrán otros que dejarán las filas del PRI tres décadas de trabajo político.
No es una exageración prever que en semanas no habrá siquiera un solo militante que quede para apagar la luz en el derruido edificio de la Diagonal Defensores de la República ante el ocaso irremediable.
La sangría militante en el partido que en Puebla fue Gobierno hasta el año 2010, será la más grave en la historia por razones diversas, como el descuido de sus seguidores no solo en la capital, sino en enclaves de tradición política para premiar a un grupo de familias que ahora ocupan cargos, candidaturas y presupuestos.
Néstor Camarillo que se encamina a ser candidato a senador,se quedará más solo que nunca, sin probabilidad de apoyar con solvencia a la campaña de Eduardo Rivera a quien no tuvo empacho en empujar desde que fue candidato a la alcaldía en 2021.
La soledad del panista Rivera Pérez, que decidió romper la cortesía política con el Gobierno de Morena que en Puebla le tendió la mano, será cada vez más notoria.
En el pecado llevará la penitencia pues sus seguidores en el PAN y aliados en el PRI parecen constituir un cascarón de baja rentabilidad electoral, aún y cuando la línea discursiva del candidato opositor pretenda arengar a los votantes que definirán el 2 de junio.
@FerMaldonadoMX