Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
Para la toma del poder, la izquierda política en el mundo, con énfasis en Latinoamérica, históricamente se planteó tres vías: la lucha armada, la exacerbación del malestar popular que sale a las calles y la inclusión en el sistema, para cambiarlo desde dentro.
En México la primera fracasó rotundamente, a diferencia de Cuba, por ejemplo.
Las guerrillas de los años 60 y 70 fueron exterminadas por el priato y luego la irrupción del Ejercicio Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se tornó en un movimiento social de apoyo y proclama, para luego diluirse.
La segunda es la vía que llevó al poder, en su tercer intento y tras décadas de lucha en las calles, a Andrés Manuel López Obrador.
Desde su complejo e irrepetible liderazgo social, el tabasqueño supo concentrar en una propuesta específica de gobierno los anhelos de lo que románticamente llama "el Pueblo" (así, con mayúscula).
En paralelo también sus seguidores, su cúpula y finalmente su partido, Morena, desarrollaron la tercera vía, principalmente desde el Poder Legislativo.
Las bancadas, primero del Partido de la Revolución Democrática (PRD), y luego del morenismo, con sus institutos aliados, en la Cámara de Diputados y el Senado de la República representaron una resistencia a las reformas que consideraban dañinas al país y que se intentaron imponer en el último tramo de la etapa neoliberal.
Desde dentro, de ese modo, insertos en el sistema, lo cambiaron o al menos fueron un dique eficiente. El mayor ejemplo está en el freno a la reforma petrolera que se intentó en 2007.
El próximo 1 de octubre, Claudia Sheinbaum Pardo rendirá protesta como la primera presidenta de México; su llegada es resultado directo de todas estas luchas.
Será la primera mujer en Palacio Nacional en más de 200 años de existencia del país. De sí es relevante, porque hace apenas un par de décadas era impensable.
Pero al lado de ello, una de las características más destacadas de Sheinbaum es que fue una líder y dirigente estudiantil. Eso también debe ser ponderado en primer plano.
En 1968 y 1971, el priato asesinaba a los estudiantes que protestaban en las calles. Sin detenernos en los terribles números de los muertos de aquella etapa, se trató de un genocidio que es innegable.
Tan solo con otear esos hechos, la dimensión de la llegada de Claudia a la Presidencia es de una altura histórica que muestra una evolución del pensamiento político de los mexicanos y del éxito de las luchas de los liderazgos políticos y sociales.
Sin dejar de lado la relevancia de que sea mujer, en paralelo está que haya sido una dirigente estudiantil, como alumna y como docente, en las luchas de finales de los años 90, desde la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para frenar los intentos de privatización de la educación pública.
No puede haber visión más entusiasta, crítica y revolucionaria, que la que aporta un estudiante que ha generado conciencia, a través de los libros y del contacto social directo y permanente.
En las aulas de las universidades públicas se ha gestado, en muchas generaciones, la irreverente batalla ilustrada por cambiar el sistema de las cosas, depositado, en su tiempo, en manos anquilosadas, corruptas y dictatoriales.
Esa vía, que históricamente no fue considerada por la izquierda latinoamericana, ha resultado también en muchos países, como en México, eficaz e inspiradora.
En su canción "Noche de bodas", Joaquín Ramón Martínez Sabina -cantautor que, por cierto, no está en el ánimo de la presidenta electa, por haberse reunido hace años con Felipe de Jesús Calderón Hinojosa- escribió "que el diccionario detenga las balas".
Ha ocurrido, ganó la revolución ilustrada.
@Alvaro_Rmz_V