Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco
Con las reglas que propuso y aprobó el bloque del PRIANPRD en la reforma electoral de 2014, y también gracias a los artículos de la Constitución que no tocó en esa oportunidad, ahora Morena y sus aliados tendrán una aplanadora legislativa que les permitirá modificar la Carta Magna, a placer, sin necesidad de una negociación parlamentaria.
En estos días, el debate público gira en torno a una supuesta sobrerrepresentación que tiene el régimen.
Mientras en la Cámara de Diputados las bancadas del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y los partidos del Trabajo (PT) y Verde Ecologista de México (PVEM) tendrán la mayoría calificada con 373 curules, en el Senado de la República a ese mismo bloque le hacen falta solamente dos escaños para conseguir la misma calidad de bloque absoluto, pues juntos suman 83 lugares y requieren 85.
Los partidos de oposición, principalmente Acción Nacional (PAN), se han quejado lastimeramente y han llevado su querella a los tribunales electorales, por lo que consideran que es una “sobrerrepresentación” legislativa, que los deja en una evidente desventaja y les da calidad de floreros, pues no son necesarios para ninguna aprobación, ni de mayoría calificada y menos de mayoría simple.
Pero los dirigentes de PRI, PAN y PRD no solamente tienen una corta memoria, sino además una tramposa interpretación de lo que ellos mismos aprobaron y dejaron intacto en la reforma de 2014, cuando eran mayoría y gobernaba el país el priista Enrique Peña Nieto.
En la Constitución General de los Estados Unidos Mexicanos quedó establecido que ningún partido, mucho ojo con la palabra “partido”, puede tener por sí solo 300 curules, por los dos principios, mayoría relativa y representación proporcional (plurinominal), y en consecuencia tampoco mayoría calificada, por sí solo.
“Partido”, pero no “coalición”, dice el Artículo 54 Constitucional y también establece, específicamente en el tema de sobrerrepresentación, que:
“En ningún caso, un partido político contará con un número de diputados por ambos principios que representen un porcentaje del total de la Cámara que exceda en ocho puntos a su porcentaje de votación nacional emitida”.
Eso, aritméticamente se cumple a cabalidad en la distribución de las curules, que le da para la próxima LXVI Legislatura a Morena 248 diputados y diputadas, al PT 50 y al PVEM 75. En total, como bloque suma 373 y con ello, por cierto, alcanza la mayoría calificada.
No hay argumento técnico ni jurídico y menos aritmético que le permita a la oposición reclamar. Si esos partidos, que ahora se quejan, y que eran mayoría en 2014, no modificaron ese artículo, cuya redacción data de 1996, pues ya es demasiado tarde para arrepentirse.
En el caso del Senado las cosas son distintas, aunque nada que no se vea como pan comido para el actual régimen que ganó por paliza las elecciones.
En la Cámara Alta, el bloque de la Cuarta Transformación (4T) tiene 83 escaños, pero la mayoría calificada, es decir, las dos terceras partes de los 128 integrantes, se logra con 85.
De sobra está decirlo, habrá más de uno en las bancadas de oposición, con ganas de aportar su sufragio a las causas de Morena y sus aliados.
El PRI, lo sabemos tan bien, tiene una vocación de pronta entrega y siempre colaboracionista; en Acción Nacional hoy mismo la división es tal, que se comienza a reflejar en una guerra intestina, que permitirá un conveniente disenso; el PRD quedó sin escaños por su bajísima votación.
También está siempre la posibilidad de que alguno o todos los 3 senadores que alcanzó Movimiento Ciudadano (MC) hagan honor a la tradición de flexibilidad de su instituto.
Habrá Plan C, reforma al Poder Judicial, antes de que Andrés Manuel López Obrador entregue la Banda Presidencial y, luego, cuando asuma Claudia Sheinbaum Pardo, seguirá la aplanadora guinda.
Es inexorable.
@Alvaro_Rmz_V