Rúbrica por Aurelio Contreras Moreno
Aunque estaba cantada la caída del Poder Judicial, la manera en la que se da habla mucho de los tiempos canallas que se viven en México.
Este martes, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) un ministro, Alberto Pérez Dayán, aplicó un “Yunes” –que por lo visto se va a convertir en un nuevo clásico para referirse al acto de doblegarse cobardemente ante una amenaza por lo largo del tamaño de la cola- y rompió el bloque que había mantenido una mayoría para contener los afanes más autoritarios del régimen.
Pérez Dayán “chaqueteó” y se pasó al lado morenista de la Corte –seguro ahora se siente orgulloso de compartir bando con “eminencias” de la talla de Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz- para impedir que se discutiera el proyecto del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá que anulaba una parte de la reforma judicial, la más grave: la que echa a jueces y magistrados por tómbola para que los siguientes sean votados en elecciones que estarán controladas por el gobierno.
Por seis votos contra cinco, los ministros determinaron que se requerían ocho votos para entrar al estudio del fondo, por lo que desestimaron el proyecto y no se pudo determinar si es o no constitucional la reforma judicial por la vía de la acción de inconstitucionalidad.
Eso que suena tan técnico constituye en los hechos el acta de defunción de la división de poderes que, sin embargo, ya estaba condenada desde que el INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le regalaron al morenato una mayoría calificada artificial en la Cámara de Diputados, una que no obtuvieron en las urnas y con la cual van a destruir los avances democráticos de las últimas tres décadas, limitados sin duda, pero cuya carencia se va a hacer sentir de una manera descomunal.
Pero hablábamos de las formas. ¿Cómo “convencieron” al ministro Pérez Dayán de traicionarse a sí mismo, a su trayectoria y al país? Cómo lo hacen los mafiosos: con una amenaza. En este caso, según ha transcendido, con implicarlo en un caso de abuso sexual a una trabajadora de la misma Corte.
Por supuesto que si eso es cierto, el togado debería enfrentar las consecuencias de sus actos y responder frente a la ley. Pero ése es precisamente el punto: al ceder al cohecho, el régimen le va a regalar impunidad. Exactamente de la misma manera que hicieron con los Yunes panistas de Veracruz.
Miguel Ángel Yunes Linares, Miguel Ángel Yunes Márquez y Fernando Yunes Márquez tenían abiertas sendas carpetas de investigación por diferentes delitos. El hoy senador ¿panista? hasta salió de pelada del país para evitar ser detenido por la Fiscalía General del Estado, que buscaba impedirle que rindiera protesta como legislador. Incluso, armó un teatro para fingir una falsa dolencia en la espalda que le “impedía” hasta estar de pie y que lo “obligaba” a recibir atención médica en Estados Unidos.
Aprovechando esas “debilidades”, el morenato, a través del senador Adán Augusto López Hernández, transó la impunidad de los Yunes a cambio de su traición. A “Miguelito” le dejó de doler la espalda y ahora vota todo lo que le manda Morena. Se convirtió no solo en un trofeo del régimen, sino en su gato. Y lo mismo pasará con su hermano Fernando en el Congreso de Veracruz, a quien ya le perdonaron el desfalco millonario que cometió cuando fue alcalde del puerto jarocho y lo dejaron llegar a la diputación local.
Pérez Dayán es solo otro “Yunes” al que le hicieron “manita de puerco” en un sentido totalmente literal de la expresión. Por salvar el pellejo, todos ellos se llevaron entre las patas al país. Algo que ya había sucedido también con otros políticos, como el propio dirigente nacional del PRI Alejandro Moreno Cárdenas, quien aunque ahora se ufana de su papel “opositor”, también dobló las corvas cuando iban a desaforarlo en el sexenio pasado por su enriquecimiento exorbitante y apoyó la militarización de la seguridad pública. Seguro lo volvería a hacer.
Todos, cargarán con las consecuencias históricas de haber sido cómplices en la demolición de la República. Y varios, como los Yunes, con las consecuencias políticas. Ahí está el repudio que éstos reciben por donde se paran en Veracruz y más allá.
Pero el morenato no tiene nada qué presumir. “Catafixiar” impunidad por complicidad solo demuestra la inmoralidad de la mal llamada “cuarta transformación”, cuyo “segundo piso” está demostrando ser todavía más corrupto y sin escrúpulos que el primero, y que al recurrir a la extorsión para sacar adelante sus bodrios legislativos demuestran que no les asiste la razón y menos, que les importe un carajo la justicia.
“No cabe duda que en todas partes hay un ‘Yunes”, publicó en sus redes la aspirante a dirigente panista Adriana Dávila sobre los políticos y funcionarios sin decencia pública.
Nunca mejor dicho.
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