Este icónico platillo surgió a mediados del siglo XIX, señalan algunos historiadores
De carne enchilada, milanesa de cerdo o pollo, salchicha, jamón, queso de puerco, queso fresco, quesillo, pata, carnitas y hasta dulces, las cemitas son uno de los más icónicos representantes de la cocina poblana en el mundo.
Preparadas con pan redondo de 8 centímetros, sal y pimienta al gusto, aguacates, queso Oaxaca deshebrado, pápalo, cebolla en rebanadas, aceite de oliva, papas fritas, con chiles en vinagre o chipotles, se les puede encontrar en mercados, puestos callejeros, restaurantes de renombre o terminales de autobuses.
Una cualidad de las cemitas que se venden en cualquier colonia de la ciudad es que son abundantes en tamaño y quienes las elaboran no escatiman en los ingredientes, incluso en las temporadas en las que han subido los precios de insumos del campo.
Entre las más famosa de la ciudad se encuentran las “Cemitas El Carmen”, que cuentan con sucursales en Plaza Dorada, Cruz del Sur y Los Fuertes.
“La cemita surgió de un largo proceso de fusión del bizcocho y la galleta hueca al cabo del periodo colonial y aparece como variedad única y con dicho nombre a mediados del siglo XIX en coincidencia con la consolidación de los talleres de cerámica de Talavera, la industria textil y la producción artesanal de vidrio en la región del Valle de Puebla”, detallan en su sitio web sobre la historia de este icónico platillo.
Siempre acompañadas con un refresco tradicional rojo o de piña, un agua de sabor, un jugo o hasta una cerveza, las cemitas acompañan día a día a los poblanos en sus actividades.