Feliz cumpleaños Matías

Feliz cumpleaños Matías
Lety Torres

Historias de Engatusada escribe Lety Torres

Jugaba el Puebla contra el Atlas y apenas y llegábamos al cuarto del hotel en Acapulco para ver el partido de fútbol. Sin pensar mucho y rebasada por el cansancio me puse la pijama y me tumbé en la cama.

Apenas 20 minutos acostada y un brinco inconsciente me levantó “se rompió la fuente”, le grité desesperada. “No, no puede ser, tranquilízate”, me contestó Luis sin un ápice de alteración.

-Es en serio, no deja de salirme agua. ¿Qué hago?

 Minutos después, con un par de toallas robadas, el traje de baño puesto para no mojar mi ropa de calle -¡Por Dios!, ¿quién piensa en eso? -, de vuelta en carretera a Puebla veníamos rezando para que no naciera en medio de la oscuridad de la carretera.

Tres horas en las que lo único que me mantenía era la fe y mis súplicas de que no volviera a pasar lo de hace 23 años.

Armando y María José nacieron un 9 de marzo. Rompimiento de membranas a las 30 semanas. Ni ellos ni yo corrimos con la misma suerte entonces. Murieron a los pocos días por una infección, no se pudo hacer nada.

Y ahí estaba yo dos décadas después con los mismos síntomas, las mismas semanas de embarazo y la ruptura de membranas y con un pánico que regresaba, inevitablemente del pasado, al presente.

“No me lo quites. No me hagas esto de nuevo”, le decía a Dios en silencio para no asustar  a Luis que manejaba junto a mí a media noche sobre la carretera Acapulco-Puebla.

 Mi fe colgada de un hilo y la vida de Matías en un cuerpo incapaz de prometerle nada.

“Necesito ir al baño”, le digo a Luis en el tramo que atraviesa Chilpancingo.

 -Hazte aquí, es muy peligroso bajarse-, respondió.

Era necesario, mi cuerpo lo exigía. Encontramos una gasolinera iluminada: “¡Ahí, ahí! ¡Párate ahí, ¡lo necesito!”.

Tratábamos de mantener la calma para no alterarnos uno al otro, pero sabíamos que ahí estaba sin tregua invadiéndonos el miedo, cada vez más difícil de contener.

-Estoy sangrando Luis, no llegaremos-, dije en algún momento en medio de la noche.

Casi a las 10 de la mañana (eran las 9:57) once horas después de aquella escena en un cuarto de hotel en Acapulco, que llegó al mundo casi a salvo nuestro Matías.

Un kilo y medio de peso y un tamaño casi de mentira fue puesto sobre mi hombro la persona que cambiaría para siempre mi vida.

Pasó 30 días en la incubadora, 30 minutos de permiso diarios para verlo por culpa de la pandemia y docenas de pensamientos traicioneros que merodeaban mi cabeza.

“Puede salvarse, él lucha por su vida”, nos decía el neonatólogo todos los días. Un reporte médico por las mañanas y otro antes de dormir eran parte de la constante.

Eternos 30 días en los que su vida dependía del destino.

Hoy, a tres años de aquella agobiante historia agradezco y celebro su vida, y por supuesto también la mía.

Feliz cumpleaños Matías.

@LetyTorres_G