Más allá del espejismo tecnócrata

Más allá del espejismo tecnócrata
Carlos Miguel Ramos Linares
Ecosistema digital

Ecosistema digital escribe Carlos Miguel Ramos 

En la hiperconexión, la tecnología no sólo cruza fronteras físicas; también atraviesa las lingüísticas y culturales. Este fenómeno, conocido como trasvase cultural o interlingüístico, supone que innovaciones digitales, interfaces y lógicas de uso se trasladan entre comunidades con códigos y valores distintos. Pero este proceso no es neutro: cada traslado altera significados, modifica prácticas y, en muchos casos, impone un marco cultural hegemónico bajo la apariencia de “universalidad”.

La Ecología de los Medios, como planteó Neil Postman, advierte que cada tecnología es un entorno cultural que reconfigura nuestra forma de percibir y comunicarnos. No basta con traducir una app al español o al quechua; lo fundamental es entender cómo esa herramienta altera las relaciones, la memoria colectiva o el valor del tiempo en cada comunidad. Una traducción literal sin adaptación cultural es una integración incompleta.

En la visión tecnócrata, basta con “llevar tecnología” para resolver problemas sociales. Este enfoque reduce la complejidad social a un inventario de errores técnicos y convierte a comunidades enteras en consumidores de sistemas diseñados desde otras realidades. La consecuencia: asimetrías de poder y pérdida de autonomía cultural.

El hipermedia tiene el potencial de reforzar la diversidad cultural al entrelazar texto, imagen, audio y datos. Sin embargo, muchas veces termina siendo un canal más de homogeneización, importando modelos educativos y comunicativos que no dialogan con las prácticas locales.

Derivado de lo anterior, podríamos proponer tres elementos que evitan una mirada sesgada. La primera, escucha contextual: antes de desplegar cualquier tecnología, comprender las lógicas comunicativas, valores y ritmos de la comunidad. La segunda es el Intercambio bidireccional: no imponer modelos, sino generar un diálogo donde la tecnología también aprenda del contexto y se adapte genuinamente. Finalmente, la tercera es descentrar la narrativa del “progreso”: abandonar la idea de que toda innovación es positiva per se y evaluar sus impactos a largo plazo, tanto en la memoria cultural como en la autonomía colectiva.

En la era de la interconexión, el verdadero trasvase cultural tecnológico no es el que impone una lengua franca digital, más bien quién logra tejer puentes donde los flujos de saber y práctica circulan en múltiples direcciones. La tarea periodística y académica es narrar esos cruces, cuestionar sus silencios y, sobre todo, evitar que la traducción se convierta en sustitución.

En última instancia, la ética de los trasvases culturales tecnológicos radica en reconocer que cada innovación es un invitado en la casa de otra cultura. Su valor no se mide por la velocidad con que se adopta, se mide por la capacidad de integrarse respetando la memoria, las narrativas y las formas de vida que le dan sentido. El reto no es solo conectar redes, sino también conectar mundos, asegurando que la tecnología sea un puente y no un muro.

 

@cm_ramoslinares