La popularidad de la presidenta: ¿Honey moon o fenómeno duradero?

La popularidad de la presidenta: ¿Honey moon o fenómeno duradero?
Pepe Ojeda
Desde las antípodas

Desde las antípodas escribe José Ojeda Bustamante 

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, goza de un nivel de aprobación ciudadana inusualmente alto tras sus primeros meses en el cargo. Diversas encuestas nacionales la ubican con entre 70% y 80% de apoyo.  ¿Estamos ante un apoyo real, o ante una burbuja ficticia de encuestas?

Veamos. Un sondeo de Mitofsky para El Economista reveló que Sheinbaum alcanzó 70.1% de aprobación al cierre de su tercer trimestre de gobierno (junio de 2025). De forma similar, una encuesta de El Financiero indicó un 75% de aprobación en julio de 2025, prácticamente estable respecto a meses previos. Incluso mediciones de la encuestadora Enkoll para El País encontraron que, tras diez meses en el poder, ocho de cada diez mexicanos aprueban su gestión.

Estas cifras sitúan a Sheinbaum entre las presidentas mejor evaluadas en la historia reciente de México para esta etapa del mandato, superando los registros que tenían en su momento Felipe Calderón (65.9% en agosto de 2007), Vicente Fox (61.6% en 2001) e incluso Andrés Manuel López Obrador (61.8% en 2019) En otras palabras, la nueva mandataria ha logrado extender el “periodo de luna de miel” con el electorado a niveles récord.

¿Cómo se explica este respaldo masivo, considerando los desafíos abiertos en gobernabilidad y seguridad que enfrenta México? En buena medida, la alta popularidad de Sheinbaum descansa sobre políticas y percepciones positivas en áreas sociales, mientras que problemas crónicos como la inseguridad y la corrupción aún no erosionan significativamente su imagen personal.

Según la encuesta de El País, los mayores aciertos atribuidos a su gobierno son las ayudas sociales (becas educativas, pensiones, apoyos diversos), junto con las políticas de derechos de las mujeres, rubros que obtienen una valoración favorable altísima (86% y 84% de apoyo, respectivamente).

Este énfasis en el bienestar social es una continuación del legado de su antecesor, López Obrador, y mantiene satisfecho a un amplio segmento de la población. No sorprende que 73% de los mexicanos vean con buenos ojos las conferencias matutinas de Sheinbaum, en las que comunica sus acciones diariamente, reforzando la idea de un gobierno cercano y transparente.

Sin embargo, la inseguridad pública destaca como el talón de Aquiles en la percepción ciudadana. La violencia delictiva sigue siendo la principal preocupación en el país: casi 60% de los mexicanos señala a la inseguridad como su mayor inquietud. Hasta ahora, la opinión pública está dividida sobre el manejo gubernamental del tema: apenas 47% cree que la seguridad pública se está manejando bien, frente a un 46% que lo califica negativamente. En cuanto a la lucha contra el crimen organizado, predominan los juicios críticos, con más de siete de cada diez opinando mal de los resultados en ese rubro.

La corrupción es otro frente pendiente: un sondeo de Mitofsky muestra que 81.5% de la ciudadanía percibe “mucha o regular” corrupción en el país y las opiniones negativas sobre este tema han ido en aumento. Estos indicadores subrayan que, pese a su popularidad personal, Sheinbaum gobierna un país con problemas estructurales profundos que aún aguardan soluciones efectivas.

Paradójicamente, la optimista evaluación general hacia la presidenta convive con esas preocupaciones. Los ciudadanos parecen separar su confianza en Sheinbaum de la situación objetiva en materia de seguridad o corrupción.

La historia latinoamericana, sin embargo, ofrece ejemplos aleccionadores sobre la volatilidad de la opinión pública.

Gobiernos que arrancaron con altas aprobaciones enfrentaron caídas pronunciadas cuando los resultados no cumplieron las expectativas o surgieron crisis. Un caso reciente es el de Gabriel Boric en Chile: asumió en 2022 con gran entusiasmo ciudadano, pero al término de su primer año cayó a aproximadamente 36% de aprobación en promedio (con semanas por debajo del 30%), el nivel más bajo para un presidente chileno debutante en décadas. De igual manera, otros líderes progresistas de la región –como Gustavo Petro en Colombia, quien hoy ronda apenas 36% de aprobación o Luis Arce en Bolivia, con alrededor de 25% ilustran cómo los desafíos de gobernabilidad, inflación o inseguridad pueden desgastar rápidamente el respaldo popular.

En contraste, hay ejemplos como el de Nayib Bukele en El Salvador, quien ha mantenido índices extraordinariamente altos (superiores al 80%) gracias a una estrategia frontal de seguridad, aunque acompañada de polémicas por su enfoque autoritario y ahora con su reelección indefinida, con claros elementos antidemocráticos. Esto muestra que cada contexto nacional es distinto, y que traducir popularidad inicial en gobernabilidad efectiva y duradera depende de saber responder a las prioridades ciudadanas.

Finalizando: Claudia Sheinbaum tiene sí, una aprobación envidiable y un amplio apoyo transversal, algo que le da margen para avanzar en su proyecto de gobierno. Este capital político podría ser clave para enfrentar los retos monumentales en seguridad y estado de derecho que México arrastra desde hace años.

La verdadera pregunta, sin embargo, es si esa confianza de la gente se mantendrá cuando lleguen las pruebas de fuego. La experiencia regional sugiere prudencia.

Por ahora, Sheinbaum ha logrado algo notable –capturar la esperanza de la mayoría de los mexicanos–; consolidarla a largo plazo dependerá de cómo navegue las turbulentas aguas de la gobernabilidad y la seguridad en los próximos años. La mandataria tiene una oportunidad única de convertir la popularidad en mandato efectivo para emprender los cambios que México demanda.

                                                                                                                                                     

@ojedapepe