Entre ruidos y señales escribe Ricardo Martínez Martínez
Ray Kurzweil, futurista, científico y director de ingeniería en Google, ha sido una de las voces más influyentes en la predicción del impacto de la IA en la sociedad. En su libro de reciente publicación, La singularidad está más cerca (Deusto, 2025) plantea una serie propuestas de corte liberal, las cuales, si bien van desde la fusión con la Inteligencia Artificial para lograr la inmortalidad, me ocuparé en las siguientes líneas de exponer una más concreta y terrenal que también analiza: la manera en que, de acuerdo a Kurzweil, el avance de la IA no solo transformará la economía global, sino que también redefinirá la naturaleza del empleo y la productividad.
Pongamos, por ejemplo, el caso de Waymo, la empresa de vehículos autónomos de Google ilustra la velocidad con la que la IA puede superar las capacidades humanas. En 2017, Waymo generaba en entornos de simulación tantos kilómetros diarios como los que había acumulado en el mundo real desde 2009. Para 2021, la compañía alcanzaba 32 millones de kilómetros simulados cada día. Estos avances implican que los sistemas de IA pueden aprender a velocidades inalcanzables para el ser humano, lo que representa una amenaza directa para empleos tradicionales como los de los conductores de camiones, taxis y autobuses.
El impacto, sin embargo, no se detiene en quienes manejan vehículos. Kurzweil advierte que la desaparición de estos trabajos tendrá un efecto cascada en sectores como la hotelería, el comercio en carreteras y hasta en el trabajo sexual en zonas frecuentadas por transportistas. En Estados Unidos, el 10,2% de la población asalariada depende del sector del transporte y sus actividades conexas, por lo que cualquier disrupción tendrá efectos profundos en la estructura económica y social.
Por mencionar el caso mexicano y para darnos una idea el sector autotransporte moviliza el 82% de la carga terrestre en México, lo que representa 556 millones de toneladas al año, proporcional al 3.2% del PIB nacional.
De acuerdo con Kurzweil el cambio tecnológico ha seguido tres fases, las cuales con la irrupción de la Inteligencia Artificial modificarán el juego totalmente en su ahora, tercera fase.
Todo cambio tecnológico sigue un proceso inicial de descualificación en el que se reducen los requisitos de habilidades en los trabajos. Un ejemplo histórico es la transición de los artesanos zapateros a trabajadores en cadenas de montaje, esto implicó una descualificación del proceso de elaboración de un producto a una cadena de montaje con requerimientos mínimos.
Posteriormente, sin embargo, se da un proceso de Recualificación, es decir, se introducen nuevas tecnologías que requieren habilidades diferentes y, en muchos casos, más avanzadas. Por ejemplo, los conductores de camiones han aprendido a manejar sistemas GPS y de asistencia al conductor.
El escenario que se avecina, sin embargo, puede ser dramático, ya que implicaría el de No cualificación. En donde la automatización reemplaza por completo al trabajador humano. Los coches autónomos son un caso claro de cómo la IA puede eliminar una profesión sin necesidad de crear una alternativa equivalente.
Al respecto, un informe de la consultora McKinsey de 2023 estima que el 63% de la jornada laboral en economías desarrolladas ya podría automatizarse con la tecnología actual. Dependiendo de la velocidad de adopción, entre el 30% y el 50% de estos empleos podrían desaparecer antes de 2030.
En países como México, donde gran parte de la población depende de sectores con alto riesgo de automatización, como la manufactura y el comercio minorista, el impacto podría ser aún más significativo. Estados como Puebla, Oaxaca y Guerrero, con economías altamente dependientes de la industria textil, la agricultura y el turismo, enfrentarán desafíos particulares debido a la falta de infraestructura para la recualificación laboral.
La pregunta clave es si la creación de nuevos trabajos altamente especializados podrá compensar esta pérdida masiva o si será necesario implementar políticas específicas para mitigar los efectos de la automatización en las economías locales.
El avance de la IA no beneficiará a todos por igual. Por ejemplo, mientras que la tecnología ha reducido el costo de la informática, la salud sigue siendo costosa. En 2022, un dólar compraba 50,000 veces más potencia de cálculo que en el 2000, pero solo el 81% de los servicios médicos de hace dos décadas. Esto demuestra que la prosperidad tecnológica no siempre se traduce en mejoras equitativas para todos los sectores de la sociedad. Ni tampoco lo hará en el futuro que se avecina.
Kurzweil también plantea que la automatización podría llevarnos a la implementación de una renta básica universal (UBI, por sus siglas en inglés) para amortiguar la disrupción en el empleo. Según sus proyecciones, esta medida podría implementarse en países desarrollados a inicios de la década de 2030, financiada a través de impuestos a los beneficios derivados de la automatización y la inversión pública en tecnologías emergentes.
En este sentido, el papel del Estado será crucial para establecer políticas que mitiguen los efectos negativos de la automatización y aseguren una distribución equitativa de la riqueza tecnológica. Ejemplos como los programas de apoyo a trabajadores desplazados en Europa o las iniciativas de capacitación y recualificación en países nórdicos pueden servir de referencia. Propuestas de formación dual o una economía de cuidados también apuntan a esta línea, pero es una realidad la gran brecha en materia de desigualdad, la que se abre.
En México, necesitaremos medidas específicas, como incentivos para la inversión en tecnología y educación digital, para evitar que amplios sectores de la población queden rezagados en la transición económica.
Además, la gobernanza jugará un papel crucial para garantizar que la prosperidad derivada de la IA sea equitativamente distribuida y no genere una brecha insalvable entre los que pueden acceder a los beneficios de la tecnología y los que quedan rezagados. ¿están nuestros gobernantes pensando en ello?
La historia ha demostrado que los cambios tecnológicos pueden ser tanto destructivos como generadores de nuevas oportunidades. La inteligencia artificial está acelerando esta transformación a un ritmo sin precedentes, desafiando los modelos económicos tradicionales. La pregunta no es si la IA reemplazará trabajos humanos, sino cómo podemos asegurar que los trabajadores tengan las herramientas y habilidades para prosperar en esta nueva era.
Como señala Kurzweil, la singularidad tecnológica no es un evento lejano, sino un proceso en marcha. Y, al igual que en revoluciones industriales previas, la adaptabilidad será la clave para determinar quiénes prosperarán y quiénes quedarán rezagados en la historia del progreso humano.
@ricardommz07