Máscaras escribe Jesús Olmos
En menos de 24 horas, tres historias de verdadero horror sobre los servicios que ofrece el Instituto Mexicano del Seguro Social, se presentaron en esta mesa de redacción.
Ocurrieron en tres distintos puntos del país y hacen notorio el grado de rebase que enfrentan los servicios en el Instituto, además de la falta de humanismo de quienes ahí laboran para tratar a sus derechohabientes.
No se trata, como lo han querido difundir hasta el cansancio los ideólogos de la derecha, de los plafones caídos por lluvias, los elevadores que sufren de algún desperfecto o de los hospitales que a ellos se les cayeron y no se han reconstruido, sino de fallas de atención primaria que deberían de evaluarse, pues si ocurrieron en menos de 24 horas y en tres distintos puntos del país, podemos hablar de algo generalizado.
Primero, en el estado de Veracruz, en donde el sistema de salud -que atiende a más de 50 millones de mexicanos- brilló por su negligencia ante un caso de emergencia de salud mental. Primero por negarle la atención básica tras un brote psicótico a uno de sus derechohabientes y luego por el calvario que le hicieron pasar, entre vueltas burocráticas, falta de empatía para con el paciente y su familia, y como si no fuera suficiente, haciendo mucho más traumático su negligente atención, en un pasillo en una silla mal puesta, en medio de los cadáveres y la gente grave circulando a su alrededor, con instrumentación y aparatos que pudieron ser usados para auto inflingirse algún tipo de daño, por la ausencia de un protocolo adecuado para atenderlo.
La segunda historia ocurrió en el estado de Tamaulipas, en donde a un paciente que requería una operación de emergencia, los médicos buscaron alargarla para que el paciente no fuera tratado en dicha clínica sino que se fuera a otra entidad, en donde reside, negándole el acceso a su servicio de emergencia y poniendo en riesgo su vida.
La tercera que ocurrió en el estado de Jalisco, por el intento de cobro de una pensión por viudez, en donde, han pasado ya casi 3 años de que ocurrió el fallecimiento del derechohabiente y su esposa no ha podido ver un solo peso, en medio de un burocratismo que dista mucho de la calidad y calidez que presume su director Zoé Robledo cada vez que se planta en una conferencia matutina.
Hace varios años que este instituto se encuentra rebasado, sus sistema de quejas es un robot que al final no atiende, el horario es reducido y lleno de trabas, que quisieran evitar a toda costa que el usuario firme un documento en contra del Hospital o sus administrativos, la consigna pareciera ser ‘hacerla cansada’, hasta que alguien truene.
El Instituto Mexicano del Seguro Social ha dejado de ser la institución de seguridad social por excelencia de los mexicanos, para convertirse en un cascarón que poco o nada de seguridad y salud ofrece a sus derechohabientes.
@Olmosarcos_