Parabolica.MX escribe Fernando Maldonado
El 17 de mayo de 2020 escribió en su cuenta de Facebook: “todos somos nazis, en un sentido o en otro, pero no queremos reconocerlo”. La justificación y exaltación de un régimen genocida no es resultado de un conocedor de la historia, sino de un sujeto con una proclividad por la crueldad fuera de toda comprensión humana.
Tres años después en junio de 2023 tomó un machete, cincel y un martillo y decidió descuartizar a quien había sido su compañera de vida, Monserrat Ánimas Montiel y luego tomar el teléfono para llamar a dos de sus hijastras para pedir que fueran por lo que quedó del cuerpo de la víctima y que según la Fiscalía General del Estado, apenas quedó un 20 por ciento.
Las investigaciones no pudieron dar con el restante 80 por ciento, salvo un siniestro hallazgo en el domicilio que había sido de ambos: un cráneo humano utilizado por el depredador como cenicero de un personaje que luego se sabría, consumía alcohol, cristal y cocaína.
Se trataba de Alvaro Semit, condenado a purgar 45 años por el crimen que cometió el 29 de junio de hace dos años por el que se le conoce como “le caníbal de la Resurrección”, la junta auxiliar en la que se produjeron los hechos que repercutieron en todo el ámbito por las características inenarrables.
Semit y su víctima crecieron en medio de un contexto de violencia y descomposición social, resultado de fenómenos multifactoriales que exhiben el fracaso de un sistema implementado por el Estado que arroja seres disfuncionales, presa de la frustración y el enojo contenido que se acumula de generación en generación.
Así lo mostraron durante años en sus redes sociales, llenas de odas a la violencia, la exaltación a la santería y a la llamada santa muerte.
El feminicida daba claras señales que debieron encender focos de alerta con la reiterada publicación del símbolo universal del anarquismo -una letra A encerrada en un círculo rojo- y su inclinación a cuentas de redes en los que se normaliza la violencia: Orgaxxmo Distro, Discípulo de la Santa Muerte y Mi Santita.
Los medios de información, especialmente quienes se han dedicado a la cobertura de la nota roja han documentado con abundancia las causas de un modelo deficitario para la construcción de seres humanos que atiendan códigos de convivencia con tolerancia y respeto por la vida.
Sin embargo, ha faltado más allá: los orígenes económicos y sociales que dan como resultado la falta de sentimientos de culpa entre quienes cometen crímenes tan atroces como el del “caníbal de la Resurrección”, incapaces de tener empatía alguna con quienes les han tendido lazos de afecto.
En una publicación en la que el imputado hizo en redes sociales junto a un grupo de hombres ataviados con ropajes y peinados estilo punk se lee un mensaje de quien luego sería muerta y desmembrada en ese domicilio en obra negra en la Resurrección, en la capital poblana: “Te amo mi vida”.
No fue suficiente porque ni el sentimiento fue suficiente para que este personaje contuviera al caníbal que llevaba dentro, imponente y dominante capaz de ver como un asunto de la normalidad al régimen nazi como un asunto del día.
@FerMaldonadoMX