Miguel Caballero / @doncabitos
En pleno 2023, el tema de los “naturalizados” (sic) sigue causando polémica en el fútbol de México; un balompié que, con discusiones como esta, sigue demostrando que se encuentra a años luz de distancia de las grandes potencias en el mundo.
Después de ya varios futbolistas mexicanos –por naturalización, pero mexicanos al final de cuentas –integrando el cuadro Tricolor (sobre todo en la época moderna, con nombres como Gabriel Caballero, Antonio Naelson “Sinha”, Matías Vuoso o Guillermo Franco, todos ellos viejos conocidos –y reconocidos –en el gremio nacional), el ‘debate’ vuelve a la mesa con la reciente “invitación” del cuerpo técnico que encabeza Jaime “Jimmy” Lozano al delantero del Club América, Julián Quiñones, para entrenar con el equipo mexicano, aprovechando la actual Fecha FIFA.
A título personal, en el caso de los mexicanos por naturalización, soy de los que piensa que “el equipo de todos” (que en realidad es de unos cuantos), debe estar integrado por futbolistas con un verdadero vínculo deportivo a México, pues de lo contrario se sigue fortaleciendo esta especie de prostitución que, de por sí, durante los últimos años ha minado groseramente la credibilidad de la Selección Nacional.
El problema no es que los “naturalizados” jueguen en el Tricolor; sino que este tipo de decisiones (convocatorias o invitaciones, que al final son lo mismo), se conviertan en la salida fácil para una estructura deportiva que en el aspecto formativo sigue dando bandazos, desperdiciando el incuestionable talento futbolístico nacional por intereses personales, negocios, comisiones y demás vicios señalados hasta el cansancio y que parecen no tener fin.
Alrededor de una década atrás, en una de sus tantas celebradas conferencias de prensa en Bilbao al mando del mítico Athletic, Marcelo Bielsa se pronunciaba sobre otro de los tópicos tan cansinos en el balompié mundial como el debut de jóvenes futbolistas, a quienes, con tal de engrosar la estadística burda de un club o un entrenador, se les arrojaba al matadero sin protección alguna, poniendo en peligro sus procesos formativos, trayectoria profesional y, sobre todo, el aspecto humano: “Es fácil poner jugadores jóvenes y acrecentar la lista de debutantes.Lo que hay que hacer es poner jugadores jóvenes y que no fracasen”.
Parafraseando al entrenador argentino, es fácil tomar decisiones por “moda” o comodidad; el reto está en respaldarlas con criterios válidos y como parte de un plan a largo plazo y no sólo por ocurrencias.
Sea la convocatoria de jugadores naturalizados o debutantes en un equipo de fútbol, estos temas terminan por respaldar o exhibir la esencia, tanto de un proyecto como de quienes lo dirigen.
Es absurdo cuestionar la capacidad futbolística de Julián Quiñones, así como lo es el querer clasificar su “categoría de mexicano”; Julián es mexicano –o en altas probabilidades de serlo, en próximos días –y punto. Y si es recurso disponible ante las necesidades del Tricolor, bajo un criterio y argumentos futbolísticos, debe ser convocado.
El proceso del “Jimmy” Lozano, al menos en el discurso, sugería romper viejas y comodinas prácticas. Ojalá que así sea. Pero con decisiones como esta, bajo la manera en que se han tomado, tiene pinta de todo lo contrario. Sería una lástima.
Miguel Caballero / @doncabitos